27 febrero 2008

Campamentos militares romanos


Fue el hogar para gran parte de los soldados romanos, la vida y la muerte se repartió por igual en estas construcciones claves para el ejercito romano. Desde ellos se protegió la frontera romana de intrusiones barbaras durante varios siglos. También tuvieron gran importancia en las campañas y asedios de las legiones romanas en el momento de expansión del imperio. Algunos campamentos llegaron a convertirse en el núcleo de pequeñas ciudades, alrededor de ellos se instalaban los habituales servicios para el ocio legionario: prostíbulos, tabernas, baños, tiendas y un numeroso conjunto de edificios y almacenes para recoger la paga de los soldados. El águila legionaria en tiempo de descanso o paz era una gran consumidora de vicio generando un interés comercial que se satisfacía plenamente por ávidos y rapaces comerciantes.



Los campamentos tenían un diseño excelente, lo que primaba era la seguridad y el rápido acceso a los puntos defensivos. En sitios muy conflictivos o bien sitios permanentes se construían imponentes murallas de piedra y tierra, base de los posteriores castillos medievales. En tiempo de guerra alrededor del fuerte se solían cavar fosos para evitar el acceso fácil del enemigo, también se clavaban estacas en la tierra creando un anillo aterrador de casi imposible acceso de las tropas rivales. La protección del perímetro se completaba con la ubicación en puntos estrategicos de las terribles armas artilleras grecolatinas.



El interior del campamento estaba compuesto por los edificios que albergaban a la legión y parte de su séquito. En el centro se ubicaba el praetorium que era el edifico donde vivía el comandante del fuerte, alrededor se situaban los cuarteles con los legionarios, cárceles, establos para la caballería, locales administrativos, almacenes de grano y alimento, carnicerías, talleres de herreros, carpinterías, zapaterías, talleres de forja y todo tipo de edificos con artesanos que cubrían la logística de la legión. En el perímetro se disponía de unas tierras de cultivo para asegurar el abastecimiento de alimentos.



El campamento legionario fue un gran símbolo de Roma en tierras donde los bárbaros amenazaban y la pax romana era difícil de imponer. Entre los aullidos enemigos nocturnos buscando aterrar al ejercito romano, la ciudad imperial construyó buena parte de su futuro entre las maderas, piedras y kilos de tierra de los sólidos muros forteños. En los fuertes se vigiló por igual la paz y la guerra.

24 febrero 2008

Audio Hachas Medievales

El hacha fue una de las armas más terribles de la edad media, su versatilidad hizo que fuera empleada en numerosas tácticas guerreras. Se utilizó en el combate cuerpo a cuerpo...

23 febrero 2008

Hachas Medievales



El hacha fue una de las armas más terribles de la edad media, su versatilidad hizo que fuera empleada en numerosas tácticas guerreras. Se utilizó en el combate cuerpo a cuerpo, para realizar asaltos, como arma defensiva, para parar a la caballería, como arma arrojadiza y en toda situación que podamos imaginar. Esta utilidad tan variada le creó una aureola mítica bañada en leyendas extendidas entre el populacho medieval.



Su manejo requería bastante tiempo de instrucción, a las faldas de los castillos los guerreros practicaban continuamente para conseguir el mayor dominio sobre esta terrorífica arma. Su evolución fue paralela a la convulsa sociedad en la que existió. Al principio de la edad media el hacha se solía emplear para realizar asaltos y contener cargas de caballería. Golpes certeros sobre las caballerías causaban estragos en las filas enemigas y su contundente filo servía para traspasar corazas y escudos en las cargas contra los rivales.



El hacha también se convirtió en un arma artillera al ser empleada como objeto arrojadizo. Su gran variedad en formas y tamaños hizo que fuera utilizada en múltiples situaciones. Desde el noble de más alto rango hasta el esclavo guerrero utilizaron esta arma. Su filo creó el pánico en las filas enemigas, su leyenda manchada en sangre inspiró numeroso escritos romances.



El hacha fue el arma de los pobres y de los ricos. En el hierro, madera y piedras de decoración está escrita buena parte de la épica medieval. Los versos de la noche, de los bosques, de la guerra, de los prados, de los castillos tienen su métrica en el sonido del hacha al impactar con orgullo y contundencia en los sueños medievales guerreros.

19 febrero 2008

Objetos romanos

"Nuestros símbolos son parte de nuestra alma, nos recordaran no solo por las guerras que ganemos..., dentro del metal nuestra esencia quiere brotar para que la respeten todas las gentes"
(Anónimo romano, siglo II a.de C.)




17 febrero 2008

Prisioneros de guerra medievales


Los prisioneros de guerra en la edad media tuvieron un papel decisivo en el devenir político de los reinos emergentes de ese periodo. En las batallas medievales uno de los objetivos principales era capturar importantes prisioneros para luego negociar económicamente y políticamente con ellos. En el convulso reino visigodo hispano hubo innumerables batallas entre magnates hispanos romanos y tropas godas que acabaron gracias al canje de prisioneros entre ambos bandos. Parte de la campaña contra los suevos fue financiada en Toledo gracias al dinero conseguido por la liberación de rehenes, así como las habituales campañas contra los vascos solían acabar con la entrega de grandes cantidades de monedas por los vascos a cambio de la liberación de sus cabecillas. El movimiento social originado con la invasión bizantina de parte de Hispania tuvo por un factor importante la captura de prisioneros en la constante tensión con la que se vivía en la frontera. La partida en busca de rehenes fue habitual ya que eran acciones que generaban importantes sumas de dinero. La rebelde ciudad de Córdoba cimentó parte de sus éxitos en las batallas contra el poder real por la captura de magnates cercanos al oficium palatino toledano.

Los prisioneros de guerra eran parte del patrimonio real, aunque siempre había concesiones de parte del rey hacia los nobles godos como compensación a su apoyo guerrero. Disponer de un importante prisionero podía originar buenos ingresos y también la consecución de tierras en propiedad del rehén. Importantes acuerdos políticos entre francos y visigodos tuvieron su origen en el rescate de rehenes. Las mazmorras lúgubres muchas veces se convirtieron en pequeños habitáculos cómodos de nobles capturados en batalla, el honor guerrero era cambiado por monedas y tierras originando grandes cambios en el contrapeso social del agitado mundo visigodo. Los guerreros de menos importancia solían tener un trato muy distinto al de los ricos nobles, aunque siempre que su familia o su dueño (en caso de esclavos) pudiera pagar algo por ellos su vida no correría peligro.

La cantidad de dinero que se pudiera conseguir por un prisionero era el condicionante en el trato dado al rehén en las mazmorras medievales. Si no había posibilidad de conseguir algo a cambio del cautivo a este se lo solía separar la cabeza del tronco gracias a un rápido y eficaz hachazo, la comida era un bien muy importante que no se solía derrochar.

09 febrero 2008

Rebelión en Septimania -Final-


-¿He hecho alguna ofensa que merezca vuestra rebelión?
Es lo que le preguntó Wamba a Paulo cuando lo tuvo postrado ante él.
-No mi señor, es lo que contesto Paulo.
El rey accedió ante el obispo a no derramar más sangre a cambio de la rendición incondicional, y las tropas del rey ocuparon los últimos reductos insurrectos de Nimes junto a su anfiteatro por lo que las matanzas terminaron. Los rebeldes rendidos fueron encarcelados y sus riquezas confiscadas. La ciudad de Nimes se engalanó para recibir la comitiva triunfal del bondadoso Wamba.
Después de gestionar y asegurar el gobierno en la ciudad, el rey juzgó a los cabecillas de la rebelión. En pleno centro de Nimes con el anfiteatro como telón de fondo, el rey acompañado de todo el officium palatino hizo leer los cargos por conjura y traición a Paulo y sus lugartenientes, el tribunal decidió aplicarles el canon setenta y cinco sobre la rebeldía del IV concilio y la ley sobre la rebelión de Chindasvinto. La condena era la muerte o la ceguera, pero el corazón generoso de Wamba tuvo piedad de su antes hombre de confianza y se conformó con la decalvación y la confiscación de sus bienes.
“En la victoria es más digno perdonar que castigar”, proclamó el rey.
Con la pacificación de la ciudad, Wamba puso rumbo a Narbona, pero antes recorrió la frontera franca de forma amenazante para parar cualquier intento franco de rescate de los rebeldes. Los francos habían estado muy interesados en estas guerras internas que a ellos les beneficiaban en su deseo de conquistar la Septimania, pero una vez más habían fracasado.
Narbona recibió al rey como emperador romano, las campanas tañían con sus sonidos el cielo, los mercadillos estaban llenos de mercaderes en busca y captura de las monedas guerreras, los prostíbulos mostraban colas que rodeaban los edificios para entrar, las tabernas encendidas de murmullos alegres y vapores etílicos.
Después de un merecido disfrute y dejando una guarnición en la ciudad, el rey se dispuso a volver a su querida Toledo. En Canaba, al sur de Narbona licenció a su ejército, dejó libres a gran parte de sus prisioneros, y con su guardia real y los prisioneros más notables caminaron hacia el sur añorando los campos extensos de la meseta toledana. Entre los Pirineos, los valles de los grandes ríos hispanos, arboledas y llanuras, el sentimiento de nostalgia de los bravos guerreros brotaba en sus cuerpos dándole más rapidez a su retorno. Seis meses habían transcurrido desde la salida entre el relente del Tajo de la añorada Toledo. La campaña contra los vascos y después la rebelión de la Septimania agotaron al rey, que ansioso del descanso en sus jardines toledanos recorría su reino hispano, cansado pero con el orgullo del triunfador.
Toledo recibió a su rey de forma esplendorosa, todo era alegría y celebración. Las bóvedas de la iglesia de Santa María amplificaban los cantos en latín de los religiosos dando gracias por la ayuda divina en la campaña. En las aguas del Tajo se reflejaba la solemnidad de la entrada triunfal, las riberas del rio se llenaban de pétalos. Detrás de la comitiva iban los prisioneros, Paulo, con una falsa corona en la cabeza, junto con sus compañeros, con las barbas afeitadas (una gran humillación para un noble godo), los pies desnudos y los vestidos raídos, habían sido subidos a carros tirados por camellos para que la gente se riera de ellos, les tirara cosas y les escupiera.
Entre los muros de Toledo, capital del reino hispano, Wamba celebraba la victoria, muchas leguas de viaje respirando polvo, oliendo sangre y escuchando los filos de las espadas chocar. Con la compañía del murmullo y el griterío, el veterano guerrero se retiraba a descansar.

Fuentes:
Los Godos en España - E.A. Thompson
Historia del reino visigodo español- José Orlandis
Historia de España visigoda- Luis. A. García Moreno
La Historia del rey Wamba-Julián de Toledo


03 febrero 2008

Rebelión en Septimania -V Parte-


Durante todo el día las tropas reales estuvieron asediando la ciudad, la defensa era encarnizada, el fuego artillero de los sitiadores era respondido con una lluvia de flechas por parte de los rebeldes. Wamba decidió mandar rápidamente como refuerzo a diez mil hombres al mando de su hombre de confianza, el dux Wandemiro. Hasta ese momento el combate había sido igualado pero con la llegada de Wandemiro, el ejército real consiguió romper las defensas de Nimes. Quemando las puertas de la ciudad consiguieron penetrar en ella. Los defensores no pudieron contener la avalancha y corrieron a refugiarse al gran anfiteatro.
Paulo confiaba en resistir en el anfiteatro hasta la llegada de refuerzos francos. Los hombres del rey cercaron el sitio y empezaron a bombardear con piedras y proyectiles de aceite quemado ardiendo el anfiteatro, una lluvia de flechas de fuego acompañaba a los terroríficos proyectiles. Ante el duro asedio y sin la llegada de refuerzos entre los rebeldes comenzó una disputa que acabó en luchas a muerte. Paulo pedía resistencia pero parte de sus hombres perdían la confianza ante el baño de sangre interno y el duro asedio externo.
Las calles de la ciudad eran un clamor popular a favor de Wamba. El asedio continuaba, Nimes comenzaba a recuperar el movimiento social y el populacho se inclinaba ante el favor real.
Una niebla de pesimismo envuelta en vapor de sangre inundaba el anfiteatro, el gran sueño de Paulo de convertirse en rey de Septimania para luego triunfar en toda Hispania se desvanecía, el viejo guerrero Wamba se imponía con toda la grandeza del veterano querido por su pueblo. Paulo entre los fríos y húmedos muros del antes grandioso anfiteatro romano, acompañado por las almas de las personas muertas allí, como un cesar derrotado en batalla inclinó el pulgar hacia abajo y se despojó de sus vestidos reales. Envió al rey a Argebado, obispo de Narbona, a pedir clemencia y a que detuviera la matanza y salvase las vidas de los rebeldes.
Extramuros, Wamba esperaba al obispo sentado en su silla real y rodeado de sus lugartenientes ante el calor emanado por los braseros de picón que espesaba el ambiente de la tienda real.  El obispo fatigado y hambriento entraba orando por las gracias que esperaba recibir, el murmullo guerrero se expandía en los cielos de la Septimania…

Proximamente : El Final