16 marzo 2008

Goswintha, la reina -III parte-


Después de cinco años de guerra, el rey Leovigldo se impuso a su hijo, y con la ira contenida del padre desterró a Hermenegildo a la Tarraconense donde murió al poco tiempo. Mucho se ha escrito de ese suceso, pero la realidad es que se sabe muy poco. Asesinato, muerte por enfermedad, o suicidio, no lo sabremos jamás. Lo cierto es que con su muerte Hermenegildo comenzó el camino de la beatificación cristiana. El hijo rebelde se convertiría en la imagen santa de los conversos.
La princesa Ingunda viendo peligrar su cabeza huyo con su hijo a tierras bizantinas donde desapareció con el mismo misterio que la muerte de su marido. La leyenda cuenta que la reina Goswintha buscó al primogénito de Hermenegildo en la misma Constantinopla con afán de protegerlo. La reina abriendo su bondadoso corazón quiso guardar la cuna real de posibles peligros pero lo cierto es que la princesa y su hijo jamás volvieron a aparecer por tierras hispanas.
Con la Bética pacificada no acabó para el reino arriano el problema con los católicos. La religión romana iba ganando peso a pasos agigantados dentro de la cúpula goda lo que originó frecuentes tensiones con el partido de la reina Goswintha, que veía como el bando católico iba penetrando imparablemente en los resortes del poder visigodo.
Con los aires impregnados de latines católicos sobrevolando las ocres llanuras hispanas, el rey Leovigildo se despidió de la vida dando su último aliento en las márgenes del río Tajo, observando cómo las aguas pacíficas chocaban en las riberas de la ciudad.
Goswintha de nuevo volvía a ser una mujer viuda contemplando cómo su hijastro Recadero se convertía en nuevo rey. Recadero influenciado por el bando católico suponía un peligro para los intereses de Goswintha, por lo que la veterana reina forzó a su hijo a reconocerla como madre. Este reconocimiento implicaba un paso genial de la viuda reina para seguir manejando determinados aspectos políticos del reino, así como demostraba el gran poder del partido de Goswintha.
Pero las aguas católicas seguían inundando la corte toledana, a pesar de las maniobras de Goswintha. Con la mirada fija en las encinas meseteñas, oyendo a las cotorras como cantaban al aire cálido, la reina viuda con preocupación pensaba en su hijastro y sus posibles decisiones políticas. Un nuevo conflicto no tardaría en comenzar. Y Goswintha estaría en el centro, como siempre…

Continuará