30 septiembre 2007

Otra forma de contar la historia

Amigos/as a vuestra disposición un nuevo audio sobre la figura de Cervantes
Espero que lo disfruteis, un saludo

Putero, jugador y bebedor este genio de las letras nos dejó en sus escritos la imagen de esa Castilla que no acababa de salir de la Edad Media. En el fondo de sus letras Cervantes nos refleja lo que fue la sociedad del imperio donde nunca se ponía el sol. Esas ciudades con el hedor de cientos de vagabundos tirados en las calles viendo pasar a los señores de capa y espada, ese campo hambriento lleno de pulgas y roña, esa miseria moral y cultural que solo cuatro genios como él consiguieron superar....

29 septiembre 2007

Analisis y reflexiones sobre la guerra de Pompeyo contra los piratas


La mítica guerra de Pompeyo contra los piratas está rodeada de numerosas contradicciones en los hechos ocurridos. Parece difícil que en un espacio tan reducido de tiempo Pompeyo pudiera acabar con tal cantidad de piratas. Es cierto que el ejercito que preparó era enorme y la estrategia a seguir excelente, pero el marco de acción era tan grande (todo el mediterráneo) que es imposible con la velocidad de movimientos que disponía acabar con todos los piratas en tres meses. Más bien tuvo que haber una negociación con la cúpula pirata donde Roma a cambio de perdonar los delitos y dar tierras para colonizar obtenía el abandono de la piratería y parte de sus tesoros (nunca Roma negoció sin ganar dinero). Pompeyo sí que tuvo que realizar acciones puntuales contra piratas que no quisieron negociar, así como destruir sus fortalezas costeras y sancionar a las ciudades tributarias con ellos. Estas acciones si entran dentro de una lógica, tanto en el tiempo como en la movilidad de tropas. Pompeyo era un hábil negociador y ofreció a los piratas la única salida que les quedaba, ellos sabiendo que en Roma había una relativa calma y que el senado estaba dispuesto a exterminarlos optaron por lo único que les podía salvar, colonizar unas ciudades en el confín del imperio. Planteando una guerra al imperio los piratas hubiesen sido aniquilados y seguir en las mismas condiciones era imposible con el despliegue militar romano. Plutarco nos menciona esas negociaciones “Mas al fin recurrieron a las súplicas y también se entregaron con las ciudades e islas que poseían y en que se hablan hecho fuertes, las cuales eran difíciles de tomar y poco accesibles”.
Pompeyo sin prácticamente coste de guerra pacificó el mar y aseguró Cilicia tierra fundamental en la inminente ofensiva romana contra el rey Mitriades, los piratas viendo el movimiento geoestratégico romano con sus miras en Asia y el movimiento militar en aguas y costas se convirtieron en unos acaudalados colonos sin ser molestos a la cúpula romana ni entorpecer sus transacciones comerciales.


28 septiembre 2007

El imperio contraataca




Con quinientas naves, ciento veinte mil hombres y cinco mil caballos Pompeyo comenzó la ofensiva para acabar con los piratas en el mare nostrum. Estableció una telaraña dividiendo el mar en trece zonas para combinar ataques navales y terrestres, el mar Tirreno, el Líbico, las islas de Córcega, Cerdeña, Sicilia y las costas de Hispania y África fueron sus primeros objetivos. Las naves piratas fueron destruidas en el mar o bien acorraladas eran dirigidas a tierra donde estaban las legiones esperándolas, las fortalezas piratas costeras fueron arrasadas. Los piratas desconcertados huían como cucarachas antes de ser pisadas por la suela romana, muchos se rindieron viendo en la huida algo inútil y confiando en el buen corazón de Pompeyo, y Pompeyo no les defraudo tratando con generosidad a los rendidos.
Con el tráfico comercial establecido en el occidente mediterráneo, Pompeyo se dirigió a la base central de los piratas, donde los que se escaparon habían huido. Los piratas confiaban en las fortalezas inexpugnables y tierras infernales de Cilicia, y retaron al gran Pompeyo desde allí. Pompeyo les insto a rendirse y ellos agitando sus símbolos diabólicos y espadas le desafiaron.
Las águilas romanas surcaban el mar con ganas de sangre pirata, el imperio vengaría con Pompeyo al frente, años de ofensas y agravios.
Cuando los romanos estaban cerca de las costas cilicias los piratas salieron con sus naves a su encuentro en Coracesio, confiados en derrotarles en el medio (el mar) que ellos mejor conocían, pero Pompeyo los derrotó haciéndoles huir hacia sus fortalezas terrestres en el monte Tauro.
Con los romanos en Cilicia rumbo al monte Tauro, los piratas viendo las águilas legionarias en el horizonte se rindieron entregando todas sus ciudades y fortalezas. Pompeyo fue generoso de nuevo y perdonó a veinte mil piratas estableciéndolos en las ciudades de Solos y Dime como colonos.
Con los tesoros piratas en las bodegas de los barcos y noventa naves capturadas la flota romana con Pompeyo al frente surcaba el mediterráneo rumbo a Roma. El mare nostrum estaba limpio y pacificado, Roma resplandecía en el centro de las aguas. Pompeyo, el grande, en noventa días había acabado con años de piratería



Fuente:
Vidas paralelas, tomo V. Plutarco



27 septiembre 2007

Analisis y reflexiones sobre las guerras cántabras


Las guerras cántabras fueron unas guerras motivadas por dos causas ajenas a la versión oficial. Los romanos justificaron esta guerra como una intervención en ayuda de pueblos aliados que estaban siendo saqueados por cántabros y astures, pero realmente las causas fueron el control de las minas del norte de Hispania y la proyección política del emperador.
Augusto con la intención de justificarse políticamente ante el pueblo y dar el golpe definitivo para consolidarse como dictador, diseño una guerra envuelta en una gran propaganda que le hizo afianzarse definitivamente como jefe supremo en Roma. En aquella época había republicanos que estaban discutiendo el poder que Augusto estaba acumulando y esta campaña eclipso definitivamente las críticas. Con Augusto murió la república y se estableció una dictadura personal, que es cierto que encumbró al imperio a la mayor cota económica y territorial jamás conseguida por una civilización, pero también es cierto que lo dotó de una jerarquización administrativa que acabó en la mayor corrupción y decadencia social jamás vivida, terminando por extinguirse y dando paso a la etapa más oscura de la humanidad: la edad media, retrocediendo social, política y económicamente hasta etapas anteriores a la república romana.
La guerra de exterminio llevada a cabo por los romanos es uno de los pasajes más brutales ocurridos en la antigüedad, Roma mantuvo esta política durante diez años hasta extinguir social y culturalmente a los pueblos cántabro-astures ante la oposición de estos pueblos a ser sometidos. Los romanos hábiles negociadores en otros momentos, en esta guerra no lo hicieron, lo que me hace pensar que lo que realmente buscaba Augusto no solo era la victoria, sino también el exterminio de estos pueblos para venderlo políticamente en Roma.
El dinamismo económico que se creó con la explotación minera de ninguna manera afectó a los cántabro-astures condenados a ser esclavos en algún lugar del imperio, pero si creó un nuevo sistema que abrió esa zona al resto de Hispania y al comercio mediterráneo, algo impensable en los pueblos norteños, pueblos organizados muy arcaicamente que fue lo que les llevo a la desaparición.
Augusto con esta guerra dio un golpe de mano magistral apareciendo en Roma como gran protector de los interés romanos y triunfador ante los enemigos de Roma y sus aliados, la gloria imperial estaba en sus manos, él era el protector de la república, la justicia del mundo conocido estaba en su divinas decisiones, el imperio se podría abastecer de cantidades ingentes de hierro, oro, plomo, plata .…, y todo fue celebrado con gran esplendor ante la nueva etapa que se abría para los romanos.
Mientras los grandes magnates romanos se flotaban las manos ante el negocio que se les abría y la plebe se extasiaba con las batallas de Augusto, lejos de allí en las montañas cántabras el resto de un pueblo se escondía para ir desapareciendo lentamente como aire que baja de la montaña


26 septiembre 2007

Las Guerras Cántabras (el final)




Guerra de guerrillas

Antes de la ofensiva final Augusto cayó enfermo y tuvo que retirarse a Tarragona legando la jefatura de las operaciones al general Cayo Antistio, quien practicando una guerra de exterminio, arrasando castros y esclavizando a los moradores sometió las tierras cántabras.
Con Augusto en Tarragona C. Antistio y Carisio planearon un ataque conjunto a los astures de estrategia similar a la operación cántabra. Dos ejércitos avanzarían paralelamente desde el sur y en el norte la flota con refuerzos tomaría la costa y avanzaría hacia el sur para rodear a los astures. Tras numerosas batallas y alguna traición entre los propios astures, los romanos acorralaron a los rebeldes astures en Mons Medillius, la batalla final se decidiría ahí.
Lo romanos cavaron un foso alrededor para impedir la salida de los astures y sometieron el sitio a un bloqueo hasta acabar con la resistencia astur que acabó rindiéndose, aunque algunas crónicas nos indican que muchos astures se suicidaron heroicamente antes de caer en manos romanas para ser vendidos como esclavos.
Augusto vencedor partió para Roma para recibir los honores del vencedor y allí proclamó solemnemente la pacificación del Imperio con el ostensible gesto de cerrar en Roma las puertas del templo de Jano, al tiempo que encargaba la construcción de un templo a Júpiter Tonante, por haberle librado de caer fulminado por un rayo en uno de los episodios más fabulosos de esta contienda.
Pero la realidad era otra, cántabros y astures habían perdido la guerra, pero no estaban dispuestos a ser colonizados y ante la presencia romana en sus tierras comenzaron una guerra de guerrillas que cada cierto tiempo se convertía en una revuelta general. Los romanos reaccionaron ejerciendo una política colonial de una gran dureza, castigando las revueltas con crueles represalias: aldeas enteras eran arrasadas y todos sus habitantes convertidos en esclavos. Esta guerra de exterminio tuvo su punto final con la revuelta de los esclavos cántabros que asesinando a sus dueños volvieron a su tierra para combatir contra los romanos. Augusto ante la gravedad de la situación mandó a su yerno y heredero Agripa, por entonces el general más prestigioso romano, para sofocar la rebelión. Tras una intensa campaña Agripa derrotó definitivamente a los cántabros.
Atrás quedaban diez años de guerra despiadada y los últimos vestigios de cultura íbera engullida por la nueva civilización romana.

Fuentes:
Los Cántabros yAstures y su guerra con Roma . SCHULTEN,A.,
Las guerras cántabras. ROLDÁN HERVÁS José Manuel

25 septiembre 2007

Las Guerras Cántabras (5ªparte)




Augusto Vencedor

Augusto llegó a Tarragona a finales del año 27 a. de C. y durante cinco meses junto a sus generales preparó la campaña definitiva sobre cántabros y astures. La estrategia diseñada fue un ataque conjunto desde la meseta sur en dos frentes con el apoyo marítimo en el norte de la flota romana. El objetivo principal era controlar la cuenca del rio Besaya que era el eje de comunicaciones entre el litoral y la meseta, una vez controladas las comunicaciones lo siguiente seria lanzar ofensivas sobre los núcleos cántabro-astures hasta destruirlos. Se prepararon dos ejércitos, uno partiría desde la Ulterior comandado por el general Carisio compuesto por tres legiones (VAlaudae, Vi Vicírix y X Gemina) y otro desde la Citerior comandado por Augusto y con cuatro legiones (I y XI Augusta, IV Alacedonica y IX Hispana), en total 70000 legionarios con el apoyo de la flota marítima en el norte con tropas de refuerzo y logística traídas desde las Galias y Aquitania.
En la primavera del año 26 a de C. comenzó la ofensiva, Augusto partió desde Segisama siguiendo el cauce del rio Pisuerga hasta llegar a la cuenca del rio Besaya, paralelamente en la zona occidental Carisio avanzaba hacia la misma cuenca. Augusto avanzó por el flanco derecho y Carisio por el izquierdo, en el norte los refuerzos galos desembarcaron en Portus Bledium (Suances) y avanzaron afianzando la zona costera. En un avance lento y penoso por tierras cántabras las legiones conquistaron y destruyeron las poblaciones de Peña Amaya, Vellica (Monte Cildá), el Mons Vindius (Peña Ubiña) y Aracilum. Tras la destrucción de los castros cántabros Augusto alcanzó la zona costera siguiendo el curso del rio Asón donde enlazó con la flota romana, Carisio ocupó Liebana y siguiendo el curso del rio Deva alcanzó el mar donde enlazó con los refuerzos galos. Tras un año de batallas, una vez controlado el paso del valle del Besaya, destruidas las principales poblaciones cántabras y afianzadas la zona costera, Augusto se preparó para la ofensiva final, corría el año 25 a. de C.
Mientras tanto en Roma siguiendo el transcurso de la contienda, envuelta en una propaganda enorme, el populacho gritaba ¡Augusto vencedor!


Fuente: ROLDÁN HERVÁS José Manuel (Las Guerras Cántabras)


Proximamente: Guerra de guerrillas (el final)

24 septiembre 2007

Las Guerras Cántabras (4ªparte)



Las campañas militares

La primera campaña planeada para la conquista del norte de Hispania se llevo a cabo el año 29 a. de C., esta campaña dirigida por Estatilio Tauro, legado de Augusto, tendió sin duda a organizar el ataque contra la zona de los vacceos, cuyo control era imprescindible para avanzar hacia el norte, y su escenario, el extenso territorio entre Duero y Pisuerga. La operación partiría de Albocela (Toro), la ciudad más fuerte del Duero medio y cabeza de puente que facilitaba las comunicaciones con la Tierra de Campos. La línea de operaciones inicial debió de descansar en el río y tener como campamento algún lugar inmediato a la ciudad, que terminaría por absorber posteriormente a la población. Afianzada esta cabeza de puente, las operaciones debieron comprender todo el valle bajo del Pisuerga, desde Simancas a Pallantia, con lo que quedaba expedita la vía hacia el valle alto del río, por donde se operaria en años sucesivos. El sometimiento de la Tierra de Campos, de la que Intercatia constituía el centro principal, no debió de ser difícil, ya que el tránsito permite en todas direcciones las marchas del ejército y sus retiradas a posiciones definidas. Con ello, las armas romanas quedaban en la inmediata vecindad de un extenso territorio, aún en parte inexplorado, extendido incluso más allá de las fronteras de cántabros y astures, frente a tribus de características primitivas y belicosas, y ante una intrincada geografía que dificultaba las operaciones, no exentas de desastres militares, si se tiene en cuenta la alusión de las Res Geslae , el testamento político de Augusto, a una recuperación en Hispania por el propio princeps de varias insignias militares perdidas por sus jefes.
A Estatilio Tauro le sucedió en el mando Calvisio Sabino. Sus campañas, en el año 28, lo mismo que las de su sucesor Sexto Apuleyo, en el 27, no han dejado testimonio en las fuentes, si no es en los escuetos triunfos (ex Hispania), que permiten suponer su carácter victorioso. Aunque realmente desconocemos las campañas y objetivos, posiblemente irían a fortalecer la posición romana en el sur de Cantabria y Asturias, controlando las rutas de abastecimiento y comerciales de esa parte de Hispania, y preparándose para la invasión definitiva del norte, a la que el propio Augusto daría un giro imprevisto con su sorprendente decisión de tomar el mando personal de las operaciones. Así, la guerra cántabro-astur, que la propaganda y la poesía áulica de Augusto celebrarían, no comenzó el 26, con la participación activa del emperador como general en jefe. Se prolongaba ya varios años, cuando el princeps decide intervenir en ella.

Fuente. Roldán Hervás. José Manuel

Proximamente: Augusto Vencedor

23 septiembre 2007

Las Guerras Cántabras (3ªparte)



La política interior romana determinante en las guerras cántabras


La victoria sobre Antonio hizo de Octaviano el dueño indiscutible del estado. Pero el poder real concentrado en sus manos no podía ser a la larga más que el fundamento de un régimen autoritario, basado en las relaciones de fuerza. La única salida erala creación de un nuevo ordenamiento que lograse sistematizar en términos jurídico-constitucionales la situación de hecho. Esta sería la obra que con infinitas precauciones y prudencia -tanta como audacia había derrochado en la lucha por el poder-  edificaría a lo largo de su dilatada existencia Octaviano, dando vida así a uno de los edificios políticos más duraderos de la Historia: el imperio romano. Las bases legales de Octaviano, en el año 31, eran insuficientes para el ejercicio de un poder a largo plazo, y podían considerarse más morales que jurídicas: el juramento de Italia y de las provincias occidentales, los poderes tribunicios y la investidura regular, desde este año, del consulado. La ingente cantidad de honores, concedidos al vencedor, tras la batalla de Accio, no eran suficientes para fundamentar este poder con bases firmes. Entre ellos, destaca el titulo de imperator, justificado en las aclamaciones de sus soldados por sus victorias militares, que convirtió en parte integrante de su nombre personal. El año 27 a. C., en un teatral acto, cuidadosamente preparado, el Imperator Caesar devolvió al senado y al pueblo los poderes extraordinarios que había disfrutado, y declaró solemnemente la restitución de la respublica. El senado, en correspondencia, le suplicó que aceptara la protección y defensa del Estado(cura tutelaque rei publicae)y le otorgó nuevos honores, entre ellos, el título de Augustus, un oscuro término de carácter estrictamente religioso, utilizado hasta ahora como atributo de Júpiter, que elevaba a su portador por encima de las medidas humanas. La protección del Estado autorizaba al Imperator CaesarAugustus a conservar sus poderes militares extraordinarios, el imperium sobre las provincias no pacificadas o amenazadas por un peligro exterior, es decir, aquellas que contaban con la presencia estable de un ejército. Este irnperium era necesario justificarlo con acciones concretas, todavía más por la existencia de voces influyentes, que manifestaban sus reticencias al reconocimiento del nuevo papel asumido por el princeps. Contra ese grupo y frente a la opinión pública, sólo el brillo de una campaña militar victoriosa podía refrendar la recientemente institucionalizada posición de poder con fundamentos reales. Apoyado en el imperium proconsular sobre las provincias que le habían sido directamente asignadas –conocidas como «imperiales», Augusto eligió para este proyecto el frente de Hispania como el más adecuado y llamativo, por razones políticas, militares y económicas, pero sobre todo por el impacto de una campaña en los límites del mundo conocido. Si Alejandro había llevado sus armas victoriosas hasta los límites de la oikoumene por Oriente, Augusto extendería las fronteras romanas hasta el extremo Occidente. Esta habría sido la razón de que, a despecho de su precaria salud y de su probada repugnancia a participar en acciones bélicas, tomase directamente el mando de una campaña, que, si bien no pasó de ser un episodio más de una guerra que aún se prolongaría otros siete años, seria celebrada como definitiva y orgullosamente incluida por Augusto en su testamento político, las Res Gesíae.

fuente:ROLDÁN HERVÁS José Manuel

Proximamente: Las Campañas Militares




22 septiembre 2007

Las Guerras Cántabras (2ªparte)



Aspecto económico


Además del planteamiento de política exterior al hablar de la guerra cantábrica, hay que referirse también al aspecto económico, que condiciona la mayoría de los enfrentamientos bélicos en todos los países y épocas. Cantabria y Asturias, aunque por su condición geográfica no eran países florecientes en el ámbito de la agricultura, guardaban un verdadero tesoro en el mundo de la minería, lo que constituía un atractivo evidente para la ambición y necesidades del imperio. Asturias era muy rica en oro, que se explotaba principalmente en las minas de Las Médulas. Dice Plinio algo menos de un siglo después de la conquista: "Asturia, Gallaecia y Lusitania suministran por este procedimiento 20.000 libras de oro al año, pero la producción de Asturias es la más abundante. No hay parte alguna de la tierra donde se dé esta fertilidad durante tantos siglos". Junto al oro se beneficiaba también la plata. En Cantabria, por el contrario, se explotaba el plomo y la magnetita, mientras que la arqueología nos ilustra igualmente acerca de las minas romanas de blenda y cobre. Pero las más importantes de todas, según Plinio, eran las minas de hierro: "De todas las venas metalíferas, la más abundante en Cantabria es la de hierro: En la zona marítima que baña el océano hay un altísimo monte que, parece increíble, todo él es de metal". Esta montaña debe ser Peña Cabarga. Como tal riqueza minera parece que era ya conocida por los romanos antes de la conquista, no cabe duda que semejante factor económico fue determinante para no dilatar más la contienda, especialmente teniendo en cuenta la crisis de la falta de oro y plata en la circulación monetaria durante la última etapa de las guerras civiles. Por otra parte, tampoco podemos olvidar que el dominio romano sobre la costa norte de la Península era un importante objetivo para regularizar el comercio atlántico entre Hispania y las Galias, ya que la navegación de cabotaje requería la posibilidad de tocar puerto en esa costa en las debidas condiciones de seguridad.

Fuente:
González Echegaray J.

Proximamente: La política interior romana determinante en las guerras cántabras

21 septiembre 2007

Las Guerras Cántabras (1ªparte)


La guerra cantábrica, como las demás guerras importantes que registra la historia, obedece a planteamientos de carácter esencialmente político. El imperio con el que Augusto se encontró en sus propias manos, planteaba ya numerosos problemas de todo orden, entre los cuales no era precisamente el menor el problema de su seguridad de cara a las fuerzas exteriores al mismo. Dicho de otra manera, el emperador tenía que cuidar sus fronteras, adoptando para defenderlas algún tipo de política eficaz que respondiera a las necesidades del momento.
Una vez concluidas las largas sangrientas guerras civiles, Augusto tuvo por fin la ocasión de plantearse muy seriamente el problema de las fronteras, el limes, palabra que adquiriría gran resonancia en la historia del imperio. El imperio para él había adquirido ya sus dimensiones precisas. No era necesario conquistar más; ahora se trataba de defender. En el oriente la existencia de algunos pequeños reinos aliados podía servir de mampara elástica contra el ataque de los grandes enemigos, que allí no sólo eran las tribus beduinas de árabes procedentes del desierto, sino el no muy lejano y siempre poderoso reino de los Partos, que amenazaba desde más allá del desierto. Estos reyezuelos autónomos, aliados del imperio, eran entonces los de Judea, Arabia, El Ponto, Galacia, Comagene y la Pequeña Armenia.
En el norte de África el enemigo no era otro que los beduinos. En Europa, además de los residuos celtas aún independientes de las Islas Británicas, el imperio se enfrentaba fundamentalmente a los germanos; en la zona oriental, al norte de los Cárpatos, apuntaban ya, aunque todavía lejanos, los pueblos eslavos.
Para mantener el limes había que fortificarle y concentrar en él las tropas, que, una vez concluidas las guerras civiles, no tenían por qué seguir acantonadas dentro del imperio. En consecuencia, el ejército fue reducido a sólo 26 legiones, que, con las tropas auxiliares, no elevaba sus efectivos a más de 300.000 soldados. Pero, sobre todo, era preciso delimitar las fronteras, haciéndolas coincidir con la geografía más adecuada y evitando peligrosas concentraciones de enemigos más allá del limes. Éste en la Europa nórdica era el Rin y el Danubio, pero, como medida de seguridad, Augusto se propuso que sus tropas llegaran hasta El Elba y, un siglo después, Trajano haría algo similar en el Danubio, incorporando la Dacia. Ambas regiones estaban destinadas a perderse: la Germania transrenana en la época del propio Augusto, y la Dacia en los tiempos del emperador Aureliano.
En este marco de la política exterior de Augusto se comprende perfectamente que la situación del norte de España encerrada dentro del imperio con dos pueblos independientes y pendencieros, aferrados a las montañas y asomándose al mar, los cántabros y los astures, representaba una anomalía intolerable. Esta situación aparece perfectamente definida por Floro y éste debió tomarla, sin duda, de Tito Livio, al plantear el comienzo de las hostilidades entre Roma y estos pueblos: "En el Occidente había paz y en casi toda Hispania excepto la parte de la Citerior pegada a los riscos del extremo Pirineo del que acaricia el océano. Aquí se movían dos muy esforzados pueblos, los cántabros y astures, ajenos al imperio. Los cántabros por su fiereza eran los primeros, los más violentos y los más pertinaces en la rebelión, los cuales, no contentos con defender su libertad, trataban también de dominar a sus vecinos, atormentando a los Vacceos, Turmogos y Autrigones con incursiones frecuentes.

Fuente:
González Echegaray J.

Proximamente: Las Guerras Cántabras (2ªparte) -Aspecto económico

Ritos Funerarios Celtíberos



His pugna cecidisse decus, corpusque cremari tale nefas. Caelo credunt superisque referri, impastus carpas si membra iacentia uultur.
El rito funerario de los guerreros celtíberos era dejar los cuerpos a la intemperie para que lo despedazasen los buitres. Los buitres eran considerados animales sagrados y era un gran honor para un guerrero que su carne fuera comida de forma ritual por un buitre. Este rito es propio de los pueblos de tendencias pastoriles como los celtíberos, así como su concepción de la vida en ultratumba: uobis auctoribus umbrae non tacitos Erebi sedes Ditisque profundi pallida regna petunt, regit idem, spiritus artus orbe alio; longae,canitis si cognita, uitae mors media est…
Estas tesis han sido confirmadas arqueológicamente en Numancia donde no se han hallado necrópolis, en cambio se hallaron unos montones de piedra que servían para la exposición de los cadáveres. En Lara de los Infantes y Zurita han aparecido fragmentos de cerámica representando a guerreros caídos y buitres volando hacia ellos.
Los celtíberos celebraban banquetes funerarios precedidos de rituales,tambien representados en estelas de Lara de los Infantes, alguna de estas estelas lleva en la parte inferior cazadores en caballos, que refuerzan el sentido funerario de la escena de caza; también hay signos astrales y otra simbología funeraria, que indica una concepción astral de ultratumba, como se deduce de los textos mencionados de Silio Itálico y Lucano.


“Se está desvaneciendo,
Se está desvaneciendo,
Se ha ido nuestro hermano
Se ha ido de su cuerpo
Se fue por la colina,
No a los verdes prados
No al mar,
No a las montañas,
No al arroyo
Decidle que espere
Decidle que espere,
Que ya termina el día”



20 septiembre 2007

La guerra de los mares



En el año 67 a. de C. el senado romano estaba inmerso en una vorágine por el control del poder. Diferentes coaliciones de partidos políticos luchaban por hacerse con el control del senado. Mientras, el mare nostrum se había convertido en un caos donde los piratas cilicios eran los dueños de la situación. Desde su base en Cilicia habían conseguido sobornar a varias ciudades para que les prestaran apoyo. Por todas las costas habían fundado fortalezas marítimas para controlar el tráfico naval. El mediterráneo estaba en su poder. Los piratas dueños del mar osaron atacar el corazón del imperio realizando incursiones en las ciudades interiores de Italia, especialmente en el sur. Trece santuarios divinos fueron saqueados, multitud de ciudades expoliadas, secuestraron a altos dignatarios romanos y atacaron a las fuerzas navales. Los pretores Sextilius y Billinus, la hija de Marco Antonio “El Orador” y el propio Julio César fueron apresados, la flota romana de Ostia, fue totalmente destruida. Ante esta anarquía emergió la figura del general Pompeyo, encargado por el senado romano de acabar con los piratas y establecer las comunicaciones marítimas…, y así la paz.


Proximamente: El Imperio Coontrataca



El Fuego Divino


En el año 173 d. de C. ocurrió uno de los pasajes más sorprendentes e increíbles de toda la historia militar. En plena campaña de Marco Aurelio contra los germanos en las limes del Danubio la vexillatio de la legión XII al mando de un inexperto tribuno se adentró en tierra bárbara en una misión de reconocimiento, tras varios días de marcha y algunos encontronazos con los cuados, el destacamento estaba agotado y con pocas provisiones. El orgullo y la poca experiencia del tribuno hizo que condujera a la vexillatio a un callejón sin salida. Rodeado por los cuados, con unos legionarios exhaustos sin víveres, la suerte de los romanos estaba echada. Los cuados se lanzaron al ataque para aniquilarlos como presa fácil, y entonces ocurrió algo sorprendente, una fuerte tormenta comenzó sobre el campo de batalla y varios rayos cayeron sobre los jinetes cuados, que atónitos y asustados salieron huyendo. Los romanos celebraron este episodio como una ayuda divina y lo narraron como el fuego divino que cayó del cielo, pero lo cierto es que la casualidad meteorológica salvó la vida a unos legionarios, que incrédulos por su suerte volvieron a Roma como héroes, para pasar al olvido gastándose su paga extra en los rincones más lúgubres de la ciudad. Sobre este episodio, reflejado en la columna de Marco aurelio, hay disparidad en los escritos narrando lo sucedido, atribuyendose el milagro a diferentes dioses. La diversidad de escritos dentro de las comunidades romanas nos reflejan la diversidad cultural y religiosa que había en la legión romana.

19 septiembre 2007

Romanos en China (3ª parte y final)



Los romanos rumbo a china
Podría pensarse en una formación macedónica de la zona de Bactria, pero sus escudos redondos no parecían prestarse adecuadamente a esta disposición tan particular, por lo tanto, la conclusión razonable parece ser la de que los romanos capturados por los partos fueran utilizados militarmente por los Hsiung-nu dado que Margiana no se encontraba muy distante y, o bien enseñaron a las tropas locales su táctica, o bien participaron ellos mismos en el combate. De este modo, quedaría claro que se trataría de la testudo mencionada por Plutarco en Carrhae, y que era desconocida entre las formaciones militares de la zona; es más, el término empleado por los chinos es único en sus anales. Otro argumento, por último, vendría a sumarse a la tesis. Se trataría del hallazgo de una doble empalizada de madera ubicada en el exterior de los muros de la ciudad, práctica no habitual o incluso inexistente entre los Hsiungu o los griegos, pero sí entre los romanos. Los chinos regresaron, tras la confrontación, a su territorio llevando ciento cuarenta y cinco prisioneros y el comandante Han hizo representar la batalla en una pintura, lo cual era atípico entre ellos según algunos, por esta razón se ha hablado de una cierta influencia romana del triumphus . Si los legionarios de Carrhae habían servido en la frontera este de Parthia, probablemente tras el 36 a.C. lo hicieron también en el oeste del territorio chino puesto que cabe pensar que entre los prisioneros tomados en el 36 a.C. estarían algunos integrantes, entre otros—ya fueran locales o romanos, aunque si tenemos en cuenta el argumento filológico del nombre de Li-hsien, serían romanos— de aquella infantería dispuesta de forma tan extraña para los chinos y por ello digna de ser mencionada en los Anales de los Han. Aquí estaría, pues, el origen de la fundación de la ciudad por prisioneros de guerra de origen romano.

18 septiembre 2007

Groma romana


Arqueólogos e historiadores han discutido durante largo tiempo sobre los instrumentos topográficos utilizados por los romanos basándose en el hallazgo de varios trozos de metal en las ruinas de la antigua Pompeya y otras zonas del Imperio Romano.
En una excavación en Bavaria se encontró una cruz de hierro perforada por el centro en cuyos extremos había restos de unos ganchos de hierro: era la groma romana. Actualmente se sabe que la groma era el instrumento topográfico más utilizado por los romanos.
El diseño y el principio de la groma es simple: Consistía en 2 brazos (de aproximadamente 1 m. de longitud) cruzados perpendicularmente. Estos brazos iban atados a una tabla que se balanceaba fijada a un cuerpo de madera, compensando así la groma para facilitar su empleo. Junto al pie del operario estaba el ferramentum, un “pie de hierro ” que tenía cuatro grandes alas para dotarla de estabilidad, y una punta aguda al final para clavarla en el suelo si era necesario. Del final de cada uno de los cuatro extremos colgaba una cuerda con o sin plomada. Había una quinta plomada que iba atada al umbilicus soli (el centro de la cruz) y servía para situar el instrumento sobre el punto base para la medición.
La groma se utilizaba para observar y establecer líneas directas y Ángulos rectos. El topógrafo observaba la diagonal a través de un par de cuerdas para proyectar rectas o trazar líneas perpendiculares a la línea definida por el par de plomadas, trabajando solo en el plano horizontal sin considerar las diferencias de cota.
Este sencillo instrumento servía para establecer alineaciones de caminos, creando calles para ciudades y campos militares, y sobre todo, para parcelar determinadas extensiones de terreno. Su punto débil era el viento que desviaba las plomadas y hacia muy difícil el trabajo durante días tempestuosos.


Pilum


Una de las más formidables armas jamás usadas por la infantería. Constaba de un asta de madera de aproximadamente 1.2 m. de longitud con un taco de madera de forma cónica en el que se insertaba una vara de hierro de unos 60 cm. con punta troncocónica. El pilum lo arrojaba el legionario a la carrera a unos 20 m. del enemigo. Cayo Mario, el creador de las nuevas legiones, cambió uno de los dos remaches de sujección de la vara de hierro por un taco de madera que se partía al impactar con el escudo enemigo, con lo que el pilum, al impactar ,se doblaba como una bisagra haciendo que el escudo que había perforado fuese imposible de manejar y además no podía volver a ser utilizado por el enemigo para arrojárselo a los romanos. Sin embargo, César observó que los tacos de madera de algunas pila no se partían en el choque, con lo que el enemigo podía volver a lanzárselos a los legionarios. César, siempre atento a este tipo de cuestiones, ideó un refinamiento diabólico: destempló parcialmente el hierro de la vara con lo que ésta al impactar se deformaba impidiendo su uso posterior.

De esta manera, una lluvia de pila bien lanzada era mortal, ya que descomponía las líneas enemigas segundos antes de recibir la carga de los legionarios espada en mano. Una vez recuperados, las pila eran fácilmente reparadas por los armeros romanos. Cada legionario llevaba dos pilum: uno ligero y otro pesado. Sus inventores fueron, muy probablemente, los etruscos.
pila es el plural de pilum

17 septiembre 2007

Romanos en China ( 2ª Parte)



¿Como llegaron los legionarios romanos a China?

La respuesta hay que buscarla en los enfrentamientos que Roma sostenía en el oriente con el Imperio parto. En el año 55 a.C, M. Licinio Craso, sin esperar el término de su consulado, había tomado el camino de su provincia proconsular —Siria— tras reclutar un ingente ejército con la intención de emprender una campaña contra dicho imperio ®. Los errores tácticos cometidos frente a la caballería enemiga llevaron al desastre del ejército de Craso en la batalla de Carrhae en el año 54 a.C, donde perdieron la vida veinte mil hombres y diez mil fueron hechos prisioneros. En el relato de la batalla hecho por Plutarco menciona que aquí fue utilizado un tipo de formación militar denominado testudo, consistente en colocar los escudos juntos formando una especie de caparazón que protegía a sus integrantes de las flechas enemigas y cuyo aspecto semejaría a las escamas de un pez. Este hecho será determinante para las siguientes argumentaciones. Tras el desastre militar, los diez mil prisioneros fueron llevados a la provincia margiana por los partos y destinados a proteger las fronteras de su territorio. La lejanía de cualquier territorio romano hacía imposible toda huida.
Por aquel tiempo, los Hsiung-nu dominaban Mongolia y devastaban las fronteras chinas, aunque al iniciarse el reinado de Yuan Ti (48 a.C-33 a.C.) se había conseguido una posición estable en el norte. Desde el año 60 a.C. dos facciones, comandadas por Hu-Han-sye y por Tschits-chi , se disputaban la realeza de los Hsiung-nu. Hu-Han-sye tuvo el valor de alcanzar la capital china y solicitar la ayuda de Yuan Ti, gracias a lo cual pudo vencer a Tschitschi. Éste, derrotado, se dirigió hacia el oeste y tras vencer a los Wu-sun y a otros pueblos de las inmediaciones del Mar de Aral, se instaló en un territorio correspondiente al Turlkestán actual, en el valle del Talas, fundando allí un gran imperio. Las autoridades chinas recelaron enormemente desde el primer momento del poder de Tschitschi, puesto que veían peligrar sus intereses comerciales en la ruta terrestre de la seda. Así las cosas, enviaron a Gan Yen-shou con la misión de destruir la capital de los rebeldes Hsiung-nu. Apremiado por su ambicioso comandante Ch'en T'ang, Gan la alcanzó en el año 36 a.C, venciendo a Tschitschi, decapitándole y saqueando la ciudad. En el relato de la batalla, contenido en el Libro de Anales de los Han, se señala que se vio allí más de un centenar de hombres dispuestos en una formación semejante a las escamas de un pez —yú-lín-cheng . Dicha formación recuerda con casi total seguridad a formaciones grecolatinas.

Proximamente: Los legionarios rumbo a China



16 septiembre 2007

Liturguia de la guerra en época visigoda


En la época de la monarquía visigodo-católica, la reiteración de las guerras llegó a dejar su huella en la liturgia de la Iglesia. La marcha del rey y del ejército desde Toledo para dar comienzo a una campaña y el retorno a la urbe regia estuvieron rodeados de unas solemnidades rituales que pueden reconstruirse con ayuda del Liber Ordinum y de los himnos compuestos para estas circunstancias. Los documentos de que disponemos permiten rehacer a grandes rasgos una estampa de la vida religioso-castrense de la España del siglo VII.

La basílica Pretoriense de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, situada extramuros de la capital toledana (seguramente la iglesia de la mesnada real) era el escenario de la ceremonia litúrgica de despedida del ejército que iba a entrar en campaña. El rey, al llegar ante la puerta del templo, era incensado por dos diáconos y, luego, precedido por los clérigos portadores de la cruz, entraba en la iglesia y se postraba en oración. El coro cantaba la antífona ¡que Dios esté en vuestro camino!, tras la cual el obispo rezaba en voz alta una oración pidiendo a Dios que asistiera al monarca y a su pueblo y le concediera los bienes que más necesitaba: un ejército valeroso, unos jefes leales, la concordia de los corazones, para poder así obtener la victoria y retornar felizmente a aquella misma iglesia de donde ahora partía.

El obispo hacía entonces entrega al rey de una reliquia de la "Vera Cruz" y el monarca, tras tenerla en sus manos, la pasaba al clérigo que habría de llevarla durante toda la campaña. Acercábanse entonces los abanderados y cada uno recibía el estandarte de manos del obispo, despues salían al exterior de tal modo que junto a las puertas del templo se congregaban todos los abanderados con sus enseñas. El obispo salía entonces al umbral de la basílica y un diácono invitaba: ¡Humillémonos para recibir la bendición! Otro diácono decía luego la fórmula de la despedida: En nombre de Jesucristo, ¡Id en paz! El rey abrazaba al obispo, montaba a caballo, el clérigo portador de la "Vera Cruz" se ponía en cabeza y todo el ejército emprendía la marcha. Es probable que mientras la hueste se alejaba, el clero entonase el himno litúrgico In profectione exercitus, conservado en el "Himnario" toledano al que pertenecen entre otras las siguientes estrofas:

Te pedimos humildemente ¡Señor! que conduzcas por el camino derecho a los rectores de la patria, junto con los pueblos a ellos confiados.

Sé un guía plácido para estos hijos tuyos y que la fuerza angélica les acompañe. Destruye, ¡oh Dios!, los ejércitos enemigos y sus bélicos pertrechos.

Tú ¡Padre de todos los reyes! escucha el gemido de nuestros príncipes y atendiendo a las fúnebres ofrendas de tus fieles destruye a los enemigos con tu recta espada.

Concede oh Cristo, a nuestros cristianos reyes, la palma celestial de la victoria sobre los adversarios.

Mientras duraba la guerra, proseguían las plegarias por el ejército. Un concilio de Mérida del año 666 dispuso que todos los días … se ofrezca el Sacrificio a Dios Todopoderoso por su seguridad, la de sus súbditos y la del ejército, para que el Señor conserve a todos la vida y el Omnipotente otorgue la victoria al rey (can. 3). Terminada la guerra, el rey regresaba al frente de las tropas a la basílica de los Santos Apóstoles. El Liber Ordinum recoge también la liturgia del retorno y las oraciones que se recitaban en esta circunstancia.

15 septiembre 2007

Vías romanas




Calzadas (viae delapidatae)
Se trata de vías de comunicación planificadas, verdaderas carreteras de diseño de largo recorrido. Comunicaban puntos importantes, eran muy transitadas, de ahí que la administración romana las mantuviera siempre en buen estado, para asegurar así unas inmejorables condiciones de intercambio comercial, movimientos de tropas, cobro de impuestos, etc. Por estos motivos su estructura viaria seguía varias pautas, como por ejemplo, que la comunicación entre las distintas poblaciones se hiciera lo más rápida y directa posible, algo que imponía la necesidad de trazar vías lo mas rectilíneas posible (es decir, que siguieran el recorrido más corto y recto entre varios puntos), y que su recorrido fuera lo más cómodo posible (yendo siempre por los lugares más adecuados; teniendo pendientes suaves, utilizando puertos, puentes, etc.). Esto obligaba a crear verdaderas obras de ingeniería (muros de contención, desmontes, trincheras, puentes, puertos, canalizaciones, desagües, cunetas, terraplenes…), que asegurasen trazados rectos y cómodos, especialmente adaptados para el tránsito de carros y caballerías.
Casi con toda seguridad se utilizaban instrumentos topográficos para el trazado, pudiendo encontrar en algunos tramos pendientes continuas de varios kilómetros de longitud y larguísimas alineaciones perfectamente rectas.
Sus autores fueron los más selectos ingenieros del Imperio, cuyas técnicas son estudiadas hoy en día. Solían pavimentarse con varias capas (de unos 25 cm.) de diferentes materiales, siendo frecuente materiales gruesos (piedras gruesas, bolos y losas) en las capas inferiores, y materiales más finos (grava, guijarros) en las capas superiores. La última capa, la de rodadura (summa custra), solía hacerse con zahorra (guijarros, cantos rodados, siempre que estuvieran disponibles en el terreno, aunque a veces se transportaban desde lejos) o losas de piedra (sílice o lapidae strata) en los tramos urbanos, y algunas con grava ()glarea strata) donde no había guijarros.
Solían trazarse por las cuerdas altas, es decir, evitando los cauces de agua y evitando por tanto tener que hacer costosas obras de drenaje. Solo bajaban a los cauces fluviales para atravesarlos y seguir de nuevo por las cuerdas altas. Las pendientes casi nunca superaban el 10%, porque se buscaba siempre las zonas menos inclinadas, y cuando no había más remedio, se abrían trincheras en la tierra, algunas bien profundas para permitir el paso de la calzada con una pendiente adecuada. Su recorrido trataba de evitar siempre los lugares más propicios a la erosión, para asegurar su durabilidad. Muchas veces se hacían terraplenes y cunetas para preservar la calzada de los efectos erosivos del agua en terrenos poco permeables. La anchura de las vías se adecuaba al tránsito rodado (4’5 a 6 m.), generalmente de carros. En un principio en la construcción de las calzadas se combinaron los intereses comerciales y militares, primando en muchas ocasiones el militar por lo que muchas de ellas en diversos tramos no atravesaban ciudades, si no que las bordeaban, contando con ramales para acceder a ellas. Con la pacificación en el imperio el interés primordial de la administración romana fue establecer una red viaria que permitiese una fluida comunicación en todo el territorio, facilitando el tránsito rápido de carruajes por las carreteras.
Estas calzadas se hacían para durar mucho tiempo siendo verdaderas obras de ingeniería. Los tramos interurbanos no se deterioraban (en principio) al estar hechas con cantos rodados, lo que suponía un gasto casi nulo para reparaciones.
Los tramos enlosados en las zonas urbanas servían para limitar la velocidad de las caballerías y los carros, y sobre todo para una fácil limpieza y salubridad. Sin embargo, se deterioraban con facilidad, lo que motivaba continuas reparaciones.


Caminos de tierra (viae terrenae)
Existían infinidad de caminos locales y comarcales. Solían ser caminos de tierra de uso agrícola la mayoría de época prerromana, éstas vías comunicaban explotaciones agrícolas por lo que no solían ser el recorrido más corto entre varios puntos, ni tampoco el más cómodo, ni tampoco solían contar con una estructura (basada en obras de ingeniería), aunque en los tramos de muchos de estos caminos, si tenían cierta importancia se realizaban obras estructurales que los asemejaba a las calzadas. Tampoco estaban hechos para un tipo concreto de transporte, por lo que nos encontraríamos algunos que por su anchura permitían el paso de carros, y otros que sólo permitirían el paso a pie, a caballo o en burro, dependiendo de la actividad agraria que se realizara en la zona.

Cañadas ganaderas
La pauta de estas vías era la ubicación de los buenos pastos. Frecuentemente tenían pendientes excesivas, no aprovechaban siempre los recorridos más cortos ni lo más cómodos, generalmente no contaban con estructura viaria, y eran de tierra. Muchas de ellas eran de largo recorrido y al usarse para el paso de ganado solían ser bastante anchas (entre diez y veinte metros). Se trataba de vías, muchas de ellas prerromanas, surgidas por el paso de los ganados trashumantes de unas regiones a otras (de las serranías en verano a las llanuras en invierno), su finalidad era la trashumancia ganadera y cada diez o veinte kilómetros tenían corralizas para el descanso del ganado 


Mansiones
Esta red vial se completaba con las mansiones, que no eran otra cosa que posadas, en las que pernoctaban y se hospedaban todo tipo de viajeros, soldados y comerciantes que iban por las vías. Estas mansiones también daban comidas, ofrecían espectáculos de ocio, y desarrollaban una intensa actividad comercial, basada en la venta e intercambio de productos locales. Algunas llegaron a ser complejos hoteleros, comerciales y de ocio con varios edificios (llegándose a convertir en pequeñas ciudades). Se ubicaban en determinados puntos, generalmente en torno a las 10-20 millas (22-30 Km.).

Otra forma de contar la historia

Podcast: Ramiro I, el final


Witingur y sus vikingos al observar la miseria de Gijón y sus altas murallas decidieron bordear la costa en busca de mejor botín y fueron a parar a Brigantium (La Coruña) saqueandola hasta que las huestes del rey Ramiro consiguieron expulsarles...

Proximamente: don Miguel

Romanos en China ( 1ª Parte)



Ésta fue la curiosa teoría planteada por H. Dubs en un libro aparecido en 1957. En él argumentaba que a finales de la primera dinastía Han (206 a.C.-24 a.C), un grupo de cautivos romanos había establecido una ciudad en los confines del imperio chino. Su primera referencia fue un registro catastral de ciudades y condados chinos correspondiente al año 5 d.C. y en el que aparecía el nombre de Li-hsien. Este nombre, según fuentes chinas, era empleado como sinónimo de Ta T'sin, término que se aplicaba al Imperio Romano. Tal denominación estaría relacionada con el mar Mediterráneo, donde los chinos suponían que existía un imperio tan extenso como el suyo y al que hace referencia el adjetivo Tá (grande). Li-hsien sería, en definitiva, un intento de transliteración de Alejandría que, finalmente se asimilaría con la propia Roma y Bizancio posteriormente. Otros dos nombres extranjeros de ciudades aparecían en el registro antes mencionado: Kucha y Wen-siu, las cuales sabemos que fueron llamadas así por emigrantes que vivieron en ellas. De este hecho se desprende una lógica conclusión: si Kucha y Wen-siu deben su nombre a extranjeros, Li-hsien se encontraría en la misma situación y si este nombre es equivalente a Ta-T'sin y éste era utilizado para designar al Imperio Romano, Li-hsien fue ocupada por gentes procedentes del mismo. Un hecho más viene a sustentar esta tesis. Cuando tras los desórdenes producidos al final de la dinastía de los primeros Han, Wang Mang se hizo con el poder (9 d.C.-23 d.C), se procedió a una rectificación de nombres, de modo que Li-hsien pasó a denominarse Jie-lu, que para H.Dubs puede ser traducido como «Cautivos la elevaron»; esto significaría, aparentemente, que Li-hsien fue un asentamiento de romanos, aunque no de emigrantes, sino de prisioneros de guerra.

Proximamente: ¿Como llegaron los legionarios romanos a China?

13 septiembre 2007

GLADIUS HISPANIENSIS



Esta espada estaba realizada en hierro de altísima calidad, la hoja tenía doble filo y medía unos 50 cm. de largo por 6 cm. de ancho. Tenía una gran punta que la convertía en un arma excepcional manejada por un guerrero cubierto por un buen escudo, ya que lo único que tenía que hacer era parar el tajo de la espada larga del adversario con el escudo y aprovechar para clavársela en su flanco descubierto.

La gladius hispaniensis se utilizaba de punta, para "pinchar" al adversario, con lo que el brazo que la manejaba sólo tenía que moverse hacia delante y no hacia arriba, así el guerrero que la manejaba se exponía mucho menos que con una espada de corte. Manejada por los expertos guerreros hispanos que lucharon con Anibal en sus guerras contra Roma, estas formidables armas causaron tal terror en los legionarios romanos que el Senado decidió adoptarla como arma estándar en el equipo romano sustituyendo a la espada griega del hoplita.


12 septiembre 2007

Trirremes Griegos





La marina revestía una gran importancia para un pueblo que vivía en contacto permanente con el mar y cuya prosperidad dependía en gran parte de él. Las flotas mercantes se desarrollaron debido a las necesidades del comercio, en un principio los barcos que se dedicaban al comercio estaban armados y podían participar en una batalla, posteriormente con el crecimiento del comercio y la expansión de las polis griegas se creó la marina de guerra para defender las rutas comerciales y para llevar a cabo piratería contra ciudades rivales o transportar a los guerreros para la batalla.

El modelo de barco de guerra era el trirreme. Tucídides atribuye su invención al corinto Amínocles a finales del siglo VIII a.C. En realidad, este tipo de embarcación de guerra no apareció hasta el siglo VI en Jonia. Hasta entonces, el barco de guerra era la pentecóntera, una galera de cincuenta remos. Polícrates de Samos poseía un centenar de este tipo de naves (h. 530 a.C.) cuando empezó a equiparse con trirremes, y parece ser que fue el primero en hacerlo. La pentecóntera desapareció por completo a finales de ese mismo siglo y se sustituyó por el trirreme; los jonios sólo utilizaron este tipo de embarcación en la batalla de Lade, una pequeña isla donde sufrieron una derrota tras rebelarse contra los persas. Temístocles estimuló a los atenienses para que construyeran doscientas trirremes entre los años 483 y 480 cuando se libró la batalla de Salamina. También se construían monorremes y birremes, con una o dos filas de remos, pero eran unos barcos demasiado ligeros o bien demasiado lentos; en la época helenística se construyeron tetrarremes y pentarremes. Es probable que Dionisio de Siracusa fuera el que inauguró estos dos tipos de embarcaciones a principios del siglo IV, sin embargo eran demasiado pesadas y poco manejables. Estaban dotadas de una artillería capaz de desmantelar la línea enemiga; después se procedía al abordaje, igual que en los siglos XVII y XVIII de nuestra era. Demetrio Poliorcetes recurrió a esta táctica en el año 306 cuando se enfrentó a la flota egipcia dirigida por Melenas, el hermano de Ptolomeo Soter.

El trirreme ateniense medía entre 35 y 40 metros de eslora y entre 5 y 6 m de manga, y calaba 2 m; lo impulsaban 170 remos (con más de 30 de recambio), la eslora variaba entre 4,20 y 4,40 m, y tenía un gran espolón de bronce en la proa; utilizaban las velas para navegar y para que los remeros pudieran descansar; sin embargo, en las batallas, impulsaban la nave con remos y solían dejar las velas en tierra para que no estorbaran en las maniobras y aligerar la nave. Entre finales del siglo V y mediados del siguiente, el trirreme tenía dos palos (el palo mayor y el akateios). Parece que después del año 330 a.C. sólo quedó el palo mayor.

Hasta el siglo V a.C. se luchaba tanto por tierra como por mar; abordaban los barcos e intentaban eliminar a la tripulación enemiga tal y como hicieron los corintios y los corciros en la batalla de Síbota (432 a.C.). Los atenienses inventaron y también perfeccionaron la estrategia naval: mediante hábiles maniobras, atravesaban las líneas enemigas evitando el contacto con ellas, después recurrían al diekplus y el periplus; la primera táctica se basaba en acostar el barco a la nave enemiga para romperle los remos; el periplus consistía en embestir con el espolón contra la nave enemiga, que se hundía sin que el vencedor perdiera un solo guerrero.

De los 200 hombres que componían la tripulación del trirreme ateniense, 170 eran remeros; solían ser mercenarios, metecos (extranjeros domiciliados en una ciudad) o thetes (hombres libres que carecían de tierras) y a veces zeugites (pequeños propietarios pertenecientes a la tercera clase); los thetes cobraban un sueldo; los diez epibates, soldados de la marina, eran hoplitas sacados de las listas regulares; había 13 marineros que se ocupaban de las maniobras y las velas; los trierarcas que estaban al mando del barco eran los ciudadanos que habían financiado la liturgia (servicio público financiado por los ciudadanos más acaudalados) para el equipamiento del barco; los asistía un kybernetes, un profesional, que posiblemente también llevaba el timón, consistente en un remo muy largo situado en la popa; el keleustes, el jefe de los remeros, marcaba el ritmo de los remeros al son del oboe del trierautes. Los remeros se distribuían del siguiente modo: en el banco superior había 62 thranites; en el banco intermedio, 54 zeugites; y en el banco inferior, 54 thalamites. En Atenas, el conjunto de la flota estaba bajo el mando de uno o dos estrategas; algunas ciudades separaban los mandos terrestre y marítimo y confiaban las flotas a los navarcas. En Esparta, que nunca llegó a ser una potencia marítima, se reclutaba la tripulación entre los ilotas (antiguos habitantes de Laconia reducidos a la servidumbre) y los periecos (habitantes libres de Laconia sometidos a los espartanos); los éforos (magistrados supremos de Esparta) elegían al navarca que ejercía el cargo durante un año y procuraban no renovárselo.

09 septiembre 2007

Celibato


Según cuentan los evangelios, Jesús no impuso a ninguno de sus apóstoles la obligación de vivir soltero. San Pablo dice que aquellos apóstoles vivían con una mujer cristiana y añade que tenían derecho a eso (1 Cor 9, 5). En las cartas a Timoteo (1 Tim 3, 2-5) y a Tito (Tit 1, 6), al explicar las cualidades que debía tener un obispo, se dice que debía ser fiel a su mujer y saber gobernar bien su casa y a sus hijos. Porque “uno que no sabe gobernar su casa, ¿cómo va a cuidar de la Iglesia de Dios?” (1 Tim 3, 5). Así estuvieron las cosas hasta el s. IV. Se sabe que en el concilio de Nicea (año 325) algunos obispos quisieron “introducir una nueva ley” para que los “ordenados” (obispos, presbíteros, diáconos) “no durmiesen con sus esposas”. Ante esta petición, el obispo Pafnucio “gritó bien alto que no se debía imponer a los hombres consagrados ese yugo pesado, diciendo también que es digno de honor el acto matrimonial e inmaculado el mismo matrimonio” (Sócrates, Hist. Ecl. I, 9). Y el concilio de Gangres (año 345) condenó a los que decían que no se debía comulgar de manos de un presbítero casado.

Sin embargo, a principios del s. IV, en el concilio de Elvira, se impuso a los clérigos, no la ley de celibato, sino la ley de la continencia, es decir, no podían usar del matrimonio a partir del momento de su ordenación. Esta disciplina se mantuvo así durante siglos. Lo que fue motivo de serias complicaciones. Por ejemplo, el concilio de Toledo I (año 397-400) dispuso que las mujeres de clérigos, que pecaren con alguno, debían ser castigadas severamente por sus maridos con tal de no causarles la muerte. Y el concilio de Toledo III (año 589) decidió que las mujeres de los clérigos que pecaban con otro debían ser vendidas como esclavas y que el precio se diera a los pobres. En el Oriente cristiano la disciplina fue distinta: el concilio Trullano (año 692) fijó la ley que sigue vigente en aquellas iglesias y que permite a los clérigos casarse. “Las nupcias son honorables y el matrimonio inmaculado”. Por eso no es cierto que la ley del celibato sea una ley de la Iglesia universal. Es una ley de la Iglesia latina.

 Fue el papa Inocencio II quien en el concilio II de Letrán (año 1139) declaró oficialmente que el matrimonio de los sacerdotes estaba no solamente prohibido, sino que además era inválido. A partir de entonces, los sacerdotes (en la Iglesia latina) quedaron incapacitados para contraer matrimonio. Aunque el criterio oficial fue el principio de pureza ritual “sólo los que son puros pueden tener acceso a la esfera de lo sagrado” (en la clase sacerdotal desde tiempos inmemoriales se tenía el convencimiento de que las relaciones sexuales contaminaban y manchaban), fue decisivo el criterio económico y social: había el peligro de que un obispo casado dejara en herencia a sus hijos los bienes de la Iglesia y de que los cargos eclesiásticos se convirtieran en hereditarios convirtiendo los obispados en feudos familiares

Sexo en Roma



Los romanos tuvieron una mentalidad muy liberal respecto al sexo, numerosos hallazgos arqueológicos nos confirman que eran habituales las pinturas de cama en las paredes de las casas romanas. Las vasijas romanas eran un marco habitual de pintura erótica y los colgantes, anillos y hebillas eran decorados habitualmente con elementos genitales, así como cualquier otro objeto de bisutería.
El concepto sexual envuelto hoy en día bajo un manto de pudor hipócrita, en Roma representaba un concepto cotidiano más. Con el cambio de religión oficial en el imperio y la imposición de nuevas ideas morales, el sexo dejó de ser algo cotidiano en la vista y expresión romana pública para convertirse en algo oculto y privado. La literatura nos dejó numerosas muestras de cómo los romanos sentían y mencionaban el sexo como hoy en día hablaríamos de deportes u otra tema habitual.
Este escrito de Catulo es muy representativo en este aspecto.

"Picante taberna, la de la novena columna tras los hermanos del píleo , y vosotros, sus parroquianos, ¿os creéis que vosotros solos tenéis polla, que a vosotros solos os está permitido joderos a todas las mozas que haya y considerar a los otros unos cabrones? ¿O es que, porque estáis sentados uno detrás de otro como idiotas cien o doscientos, creéis que no voy a atreverme a llenaros la boca de una vez a los doscientos espectadores? Pues creedlo: porque inscribiré la fachada de toda vuestra taberna con pichas. Pues mi niña, que ha huido de mis brazos, a la que yo quiero tanto como nadie querrá a ninguna, por la que me he peleado grandes guerras, se sienta ahí.
Todos la amáis, tan honrados y dichosos, pero, desde luego (¡qué vergüenza!), sois todos unos miserables chulos de callejón; y tú por encima de todos, único entre los barbudos, hijo de la conejera Celtiberia, Egnacio , a quien hace guapo una espesa barba y una dentadura refregada con meado ibérico"



08 septiembre 2007

Otra forma de contar la historia

Podcast: Ramiro I, la vara de la justicia (2ªparte)



Y el conde dió media vuelta y huyo, ya que fue abandonado por sus hombres. Los condes Escipión y Sommán fueron los encargados de capturarlo y entregarlo a Ramiro que muy compasivamente le aplicó la pena de cegera con reclusión de por vida en un monasterio....

Proximamente: Ramiro I. el final

07 septiembre 2007

Las tablas del Aljustrel. Legislación de las Termas Romanas


Las termas romanas fueron el sitio de encuentro por excelencia de los romanos. Esclavos, plebeyos, patricios,  emplearon el tiempo del baño en ahogar sus penas y alardear con sus alegrias, en hacer negocios y deshacerlos. Hubo amor y desamor, acuerdos, disputas y hasta se planearon conquistas bajo el manto del vapor termal. Hubo madres que planearon conspiraciones imperiales y hubo esclavos que diseñaron revueltas. Las termas fue el "espacio" de la sociedad romana, ese espacio privado y público, ese espacio de murmullos y miradas. En Las tablas del Aljustrel se encuentra la legislación de ese espacio.
Las tablas del Aljustrel (Vipasca, Lusitania) fechadas en época adriana son un código minero romano que legisla la traída y uso del agua en un distrito minero romano. En el capítulo 1,3,26 legisla sobre la explotación de los baños, que en todo el Imperio eran de interés público.
Se arrendaban los baños públicos y el procurator metallorum, autoridad suprema del distrito minero, se encargaba de su inspección. Las multas por incumplimiento de lo estipulado podían alcanzar la cifra de hasta 200 sestercios. El arrendatario se llamaba conductor balinei y la ley preveía que tuviera un socio.
Las obligaciones del arrendatario eran: calentar el agua y abrir los baños todos los días del año, que para estos efectos comenzaba el 1 de julio. Estaban abiertos al amanecer, a prima luce in horam septiman, para las mujeres, y desde las ocho, in horam secundam, para los hombres. El conductor estaba obligado a suministrar agua corriente, caliente y fría, tanto a los hombres, como a las mujeres, hasta una altura determinada, usque ad summam ranam. La ley fijaba el precio que los bañistas debían pagar al conductor, que era un as por cada mujer y medio por cada hombre. (En Roma era más barato, pues sólo se pagaba un cuadrante). Los libertos y esclavos imperiales que trabajaban al servicio del procurator metallorum o que recibían de él alguna remuneración, entraban gratis, al igual que los soldados y los niños.
La ley puntualizaba que el conductor o el socio recibían, al firmarse el arriendo, los accesorios de los baños, que al concluir el contrato, tenían que devolverse en perfecto estado, salvo los que se deterioraban por el uso, nisi sique vetustate corrupta sunt. La ley determinaba otras obligaciones del conductor, como lavar, bruñir y engrasar con grasa fresca las bañeras cada período de 30 días, aena quibus utetur lavare, tergere unguereque adipe arecenti tricensima quaque dire recte debeto. Todo hecho a juicio del procurator metallorum.
La ley establece los descuentos que el conductor podía recibir por los perjuicios sufridos durante el arriendo, como eran la inutilización temporal sin causa del conductor de los baños o piezas, o por la prohibición del uso de los baños por el procurator. Tambien había exenciones fiscales a juicio del procurator.
La ley prohibía al arrendatario vender la leña que recibía de parte del procurator, nisi ex recisaminibus ramorum, quae ostili idonea non erunt,, salvo las ramas inservibles para el fuego. Las personas que no cumpliesen la ley debían abonar una multa de 100 sestercios cada vez.



  

Hispania

05 septiembre 2007

don Miguel


Putero, jugador y bebedor este genio de las letras nos dejó en sus escritos la imagen de esa Castilla que no acababa de salir de la Edad Media. En el fondo de sus letras Cervantes nos refleja lo que fue la sociedad del imperio donde nunca se ponía el sol. Esas ciudades con el hedor de cientos de vagabundos tirados en las calles viendo pasar a los señores de capa y espada, ese campo hambriento lleno de pulgas y roña, esa miseria moral y cultural que solo cuatro genios como él consiguieron superar. En sus obras criticó amargamente todo lo que le rodeó. Su gran ironía, que no llegaron a entender sus contemporáneos, transmite la voz de un alma afligida por lo que vive y le rodea, un alma herida llena de la más absoluta tristeza ante el cuadro que representaba su vida.
Nos fotografió ese imperio lleno de hambre, envuelto en mil batallas sin sentido por media Europa que se deshacía como azucarillo en el café. En un mundo lleno de sotanas y figuras que suplicaban algo de comida, Cervantes a lomos de su caballero y junto a su campesino analfabeto recorrió la tierra más deprimida de toda Europa para convertirla en el escenario de su gran mensaje. Dibujó con sus licenciados, gitanillas, pícaros y demás personajes esos rincones lúgubres en las ciudades de los austrias, esas mentes roídas por la miseria y el esperpento.
Detrás de don Miguel no hay ingenuidad, hay dolor, mucho dolor. Los grandes genios saben lo que viven y lo que escriben. En la actualidad hay mucho biógrafo que se empeña en escribir páginas y más páginas de una vida que sabemos muy poco, cuando realmente nos teníamos que empeñar en conocer lo que nos dejó escrito, ese escrito que nos hace reír, pensar, meditar… y también soñar. Su mensaje es su vida y también su muerte.
Con su pluma observándole desde el escritorio roído por la carcoma y los ratones murió don Miguel. Ese caballero que murió como vivió: en una habitación húmeda rodeada de pobreza y penuria.

“Todo eso no me descontenta; prosigue adelante –dijo don Quijote–. Llegaste, ¿y qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo caballero.
–No la hallé –respondió Sancho– sino ahechando dos fanegas de trigo en un corral de su casa.
–Pues haz cuenta –dijo don Quijote– que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos. Y si miraste, amigo, el trigo ¿era candeal, o trechel?
–No era sino rubión –respondió Sancho.
–Pues yo te aseguro –dijo don Quijote– que, ahechado por sus manos, hizo pan candeal, sin duda alguna. Pero pasa adelante: cuando le diste mi carta, ¿besóla? ¿Púsosela sobre la cabeza? ¿Hizo alguna ceremonia digna de tal carta, o qué hizo?

–Cuando yo se la iba a dar –respondió Sancho–, ella estaba en la fuga del meneo de una buena parte de trigo que tenía en la criba, y díjome: ‘‘Poned, amigo, esa carta sobre aquel costal, que no la puedo leer hasta que acabe de acribar todo lo que aquí está’’.
–¡Discreta señora! –dijo don Quijote–. Eso debió de ser por leerla despacio y recrearse con ella.”

03 septiembre 2007

Otra forma de contar la historia

Podcast:  Ramiro I, El Comienzo

Transcurrían los días y las reservas físicas y mentales se iban agotando debido a la ingesta continua de vino y licores norteños. En las Bardulias era un gran acontecimiento que el primogénito del reino Astur celebrara su boda al son de las cuerdas medievales y las flautas....

Proximamente: Ramiro, La Vara de la Justicia

Torneos Medievales


Los torneos y su origen como entrenamiento de guerra

Durante la Edad Media, la guerra tuvo una importancia fundamental, tanto a nivel político como social. El caballero gozaba de un estatus privilegiado en la pirámide feudal.

Los aspirantes a caballeros se entrenaban en simples ejercicios con lanza o incluso en combates con otros aprendices, en lo que se conoce como lucha de bohordos. Una vez armados, los caballeros proseguían su entrenamiento durante toda su vida militar, por lo que se hizo necesario crear las condiciones más reales posibles para que la preparación fuese realmente eficaz.

Aunque hubo antecedentes, fue durante el siglo XI cuando aparecieron los torneos, combates a caballo en que los caballeros se enfrentaban entre sí armados con lanzas a lo largo de diferentes rondas y que, en un primer momento, se desarrollaban alrededor de un recinto circular donde los combatientes daban vueltas simulando una batalla; de ahí su nombre, derivado de la palabra "tornear".

Distribuidos en dos bandos, los combates se desarrollaban mediante enfrentamientos individuales, o bien cargas compactas y emboscadas en las que trataban de derribar al oponente para desarmarlo y apresarlo. Las armas utilizadas eran lo más parecidas posible a las reales, generalmente pesadas, que se denominaban "armas corteses", pues habían sido en parte modificadas para evitar accidentes en lo posible (bastones, lanzas sin punta o espadas romas). Sin embargo, pese a todas las precauciones no eran raros los accidentes, con heridas graves y muertes, de manera que la Iglesia llegó en ocasiones a prohibir los torneos.
Ya en el siglo XI se buscó una cierta homogeneidad entre los torneos celebrados en distintas zonas. Así, en 1066, Godofredo de Preuilly escribió un tratado de normas que fue ampliamente utilizado en Alemania, Inglaterra, Italia y los reinos peninsulares. Su finalidad fue evolucionando con el transcurso de los siglos, pasando de ser un medio de promoción para caballeros pobres o de prestigio para los más poderosos, y entrenamiento frente a contingencias militares, a tener en los siglos XIV y XV un carácter más lúdico y de espectáculo para disfrute, en primer lugar, de la nobleza y, en último extremo, de entretenimiento para el pueblo llano.
Los torneos se convocaban junto a los castillos, de forma periódica o con ocasión de acontecimientos especiales, como coronaciones, matrimonios, firma de tratados o treguas, entre otras.

El organizador establecía las normas que debían regir y enviaba heraldos a los caballeros invitados o que quisieran participar. La celebración tenía lugar en un recinto cerrado, generalmente de planta ovalada, alrededor del cual se disponían las gradas para el público asistente, muy fastuosas y decoradas para los personajes importantes, y sencillas para el pueblo llano; junto a estas instalaciones se levantaban las tiendas destinadas a los caballeros, sus escuderos y criados, así como a los oficiales que se cuidaban del correcto desarrollo del evento; además, las localidades próximas se engalanaban para acoger a los visitantes y participantes, en muchas ocasiones venidos de tierras lejanas.

Diversos caballeros conocedores de las reglas hacían las funciones de jueces, supervisaban el correcto estado de las armas y tomaban juramento a los participantes sobre su noble comportamiento; otra figura importante era el rey de armas, encargado de anunciar a los distintos contendientes.

Funcionamiento de los torneos

Los caballeros tenían que especificar su linaje, pues sólo podían enfrentarse entre sí los de un mismo nivel, y situar su estandarte en el campo. Con carácter previo, era habitual que se celebrasen enfrentamientos entre escuderos con armas ligeras, como espadas, que les servían de prueba. Dentro ya del torneo propiamente dicho, en un primer combate, cada participante escogía uno de los estandartes como contrincante, y se enfrentaba a él lanzándose de frente con su montura y lanza; vencía quien rompía más lanzas contra el rival. Al principio, se hacía sin separación entre los caballeros, pero con el tiempo se colocó una valla entre ambos para garantizar la seguridad.
A continuación, la lucha proseguía a pie, con espadas y mazas, para concluir con un enfrentamiento colectivo entre dos grupos de caballeros, que concluía cuando el rey de armas daba la señal de detenerse. Al objeto de evitar accidentes, entre las normas que regían estos combates estaban el no herir de punta al rival ni al caballo, no luchar varios contendientes contra un mismo rival y no asestar golpes al caballero que alzase la visera de su casco. El vencido y sus armas quedaban a disposición del vencedor, quien recibía su premio de mano de los jueces y acostumbraba a depositarlo a los pies de la dama elegida.

Finalmente, los torneos acostumbraban a concluir con un gran banquete al que asistían todos los participantes y en el que las damas homenajeaban a los vencedores; no en vano, tenían también un cierto componente cortés a lo largo de toda la celebración.

Otras modalidades de combate

Los torneos eran unos complejos espectáculos que conllevaban un gran movimiento de combatientes y de público. Junto con ellos, había otros dos tipos de enfrentamientos reglados que tenían cierta similitud: las justas y los pasos de armas. Las primeras consistían en combates singulares en los que se utilizaban armas no simuladas, por lo que los contendientes podían ser heridos o muertos durante los mismos.

Los pasos de armas, por su parte, eran desafíos o retos que lanzaba un caballero a quienes quisieran atravesar una entrada o paso protegido por él; para poder traspasarlo, debían enfrentarse y vencer al mantenedor, ya fuese de forma individual o colectivamente, según unas normas o condiciones que eran previamente redactadas por escrito; el combate se celebraba con un despliegue de medios que poco tenía que envidiar a los torneos. Uno de los pasos de armas más conocidos de que se tiene constancia es el llamado Paso Honroso de Suero de Quiñones (1434), en León.


Los torneos fueron desapareciendo poco a poco a finales de la Edad Media, para extinguirse durante el siglo XVI, aunque todavía siguieron celebrándose excepcionalmente en épocas más recientes. Los últimos de que se tiene noticia fueron ya a finales del siglo XIX, en Barcelona y Eglington, en Inglaterra. Actualmente se celebran representaciones de torneos con carácter turístico y de espectáculo, en castillos y centros históricos medievales de toda Europa.

(Arteguias, Javier Bravo)


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