Calzadas (viae delapidatae)
Se trata de vías de comunicación planificadas, verdaderas carreteras de diseño de largo recorrido. Comunicaban puntos importantes, eran muy transitadas, de ahí que la administración romana las mantuviera siempre en buen estado, para asegurar así unas inmejorables condiciones de intercambio comercial, movimientos de tropas, cobro de impuestos, etc. Por estos motivos su estructura viaria seguía varias pautas, como por ejemplo, que la comunicación entre las distintas poblaciones se hiciera lo más rápida y directa posible, algo que imponía la necesidad de trazar vías lo mas rectilíneas posible (es decir, que siguieran el recorrido más corto y recto entre varios puntos), y que su recorrido fuera lo más cómodo posible (yendo siempre por los lugares más adecuados; teniendo pendientes suaves, utilizando puertos, puentes, etc.). Esto obligaba a crear verdaderas obras de ingeniería (muros de contención, desmontes, trincheras, puentes, puertos, canalizaciones, desagües, cunetas, terraplenes…), que asegurasen trazados rectos y cómodos, especialmente adaptados para el tránsito de carros y caballerías.
Casi con toda seguridad se utilizaban instrumentos topográficos para el trazado, pudiendo encontrar en algunos tramos pendientes continuas de varios kilómetros de longitud y larguísimas alineaciones perfectamente rectas.
Sus autores fueron los más selectos ingenieros del Imperio, cuyas técnicas son estudiadas hoy en día. Solían pavimentarse con varias capas (de unos 25 cm.) de diferentes materiales, siendo frecuente materiales gruesos (piedras gruesas, bolos y losas) en las capas inferiores, y materiales más finos (grava, guijarros) en las capas superiores. La última capa, la de rodadura (summa custra), solía hacerse con zahorra (guijarros, cantos rodados, siempre que estuvieran disponibles en el terreno, aunque a veces se transportaban desde lejos) o losas de piedra (sílice o lapidae strata) en los tramos urbanos, y algunas con grava ()glarea strata) donde no había guijarros.
Solían trazarse por las cuerdas altas, es decir, evitando los cauces de agua y evitando por tanto tener que hacer costosas obras de drenaje. Solo bajaban a los cauces fluviales para atravesarlos y seguir de nuevo por las cuerdas altas. Las pendientes casi nunca superaban el 10%, porque se buscaba siempre las zonas menos inclinadas, y cuando no había más remedio, se abrían trincheras en la tierra, algunas bien profundas para permitir el paso de la calzada con una pendiente adecuada. Su recorrido trataba de evitar siempre los lugares más propicios a la erosión, para asegurar su durabilidad. Muchas veces se hacían terraplenes y cunetas para preservar la calzada de los efectos erosivos del agua en terrenos poco permeables. La anchura de las vías se adecuaba al tránsito rodado (4’5 a 6 m.), generalmente de carros. En un principio en la construcción de las calzadas se combinaron los intereses comerciales y militares, primando en muchas ocasiones el militar por lo que muchas de ellas en diversos tramos no atravesaban ciudades, si no que las bordeaban, contando con ramales para acceder a ellas. Con la pacificación en el imperio el interés primordial de la administración romana fue establecer una red viaria que permitiese una fluida comunicación en todo el territorio, facilitando el tránsito rápido de carruajes por las carreteras.
Estas calzadas se hacían para durar mucho tiempo siendo verdaderas obras de ingeniería. Los tramos interurbanos no se deterioraban (en principio) al estar hechas con cantos rodados, lo que suponía un gasto casi nulo para reparaciones.
Los tramos enlosados en las zonas urbanas servían para limitar la velocidad de las caballerías y los carros, y sobre todo para una fácil limpieza y salubridad. Sin embargo, se deterioraban con facilidad, lo que motivaba continuas reparaciones.
Caminos de tierra (viae terrenae)
Cañadas ganaderas
Mansiones
Se trata de vías de comunicación planificadas, verdaderas carreteras de diseño de largo recorrido. Comunicaban puntos importantes, eran muy transitadas, de ahí que la administración romana las mantuviera siempre en buen estado, para asegurar así unas inmejorables condiciones de intercambio comercial, movimientos de tropas, cobro de impuestos, etc. Por estos motivos su estructura viaria seguía varias pautas, como por ejemplo, que la comunicación entre las distintas poblaciones se hiciera lo más rápida y directa posible, algo que imponía la necesidad de trazar vías lo mas rectilíneas posible (es decir, que siguieran el recorrido más corto y recto entre varios puntos), y que su recorrido fuera lo más cómodo posible (yendo siempre por los lugares más adecuados; teniendo pendientes suaves, utilizando puertos, puentes, etc.). Esto obligaba a crear verdaderas obras de ingeniería (muros de contención, desmontes, trincheras, puentes, puertos, canalizaciones, desagües, cunetas, terraplenes…), que asegurasen trazados rectos y cómodos, especialmente adaptados para el tránsito de carros y caballerías.
Casi con toda seguridad se utilizaban instrumentos topográficos para el trazado, pudiendo encontrar en algunos tramos pendientes continuas de varios kilómetros de longitud y larguísimas alineaciones perfectamente rectas.
Sus autores fueron los más selectos ingenieros del Imperio, cuyas técnicas son estudiadas hoy en día. Solían pavimentarse con varias capas (de unos 25 cm.) de diferentes materiales, siendo frecuente materiales gruesos (piedras gruesas, bolos y losas) en las capas inferiores, y materiales más finos (grava, guijarros) en las capas superiores. La última capa, la de rodadura (summa custra), solía hacerse con zahorra (guijarros, cantos rodados, siempre que estuvieran disponibles en el terreno, aunque a veces se transportaban desde lejos) o losas de piedra (sílice o lapidae strata) en los tramos urbanos, y algunas con grava ()glarea strata) donde no había guijarros.
Solían trazarse por las cuerdas altas, es decir, evitando los cauces de agua y evitando por tanto tener que hacer costosas obras de drenaje. Solo bajaban a los cauces fluviales para atravesarlos y seguir de nuevo por las cuerdas altas. Las pendientes casi nunca superaban el 10%, porque se buscaba siempre las zonas menos inclinadas, y cuando no había más remedio, se abrían trincheras en la tierra, algunas bien profundas para permitir el paso de la calzada con una pendiente adecuada. Su recorrido trataba de evitar siempre los lugares más propicios a la erosión, para asegurar su durabilidad. Muchas veces se hacían terraplenes y cunetas para preservar la calzada de los efectos erosivos del agua en terrenos poco permeables. La anchura de las vías se adecuaba al tránsito rodado (4’5 a 6 m.), generalmente de carros. En un principio en la construcción de las calzadas se combinaron los intereses comerciales y militares, primando en muchas ocasiones el militar por lo que muchas de ellas en diversos tramos no atravesaban ciudades, si no que las bordeaban, contando con ramales para acceder a ellas. Con la pacificación en el imperio el interés primordial de la administración romana fue establecer una red viaria que permitiese una fluida comunicación en todo el territorio, facilitando el tránsito rápido de carruajes por las carreteras.
Estas calzadas se hacían para durar mucho tiempo siendo verdaderas obras de ingeniería. Los tramos interurbanos no se deterioraban (en principio) al estar hechas con cantos rodados, lo que suponía un gasto casi nulo para reparaciones.
Los tramos enlosados en las zonas urbanas servían para limitar la velocidad de las caballerías y los carros, y sobre todo para una fácil limpieza y salubridad. Sin embargo, se deterioraban con facilidad, lo que motivaba continuas reparaciones.
Caminos de tierra (viae terrenae)
Existían infinidad de caminos locales y comarcales. Solían ser caminos de tierra de uso agrícola la mayoría de época prerromana, éstas vías comunicaban explotaciones agrícolas por lo que no solían ser el recorrido más corto entre varios puntos, ni tampoco el más cómodo, ni tampoco solían contar con una estructura (basada en obras de ingeniería), aunque en los tramos de muchos de estos caminos, si tenían cierta importancia se realizaban obras estructurales que los asemejaba a las calzadas. Tampoco estaban hechos para un tipo concreto de transporte, por lo que nos encontraríamos algunos que por su anchura permitían el paso de carros, y otros que sólo permitirían el paso a pie, a caballo o en burro, dependiendo de la actividad agraria que se realizara en la zona.
Cañadas ganaderas
La pauta de estas vías era la ubicación de los buenos pastos. Frecuentemente tenían pendientes excesivas, no aprovechaban siempre los recorridos más cortos ni lo más cómodos, generalmente no contaban con estructura viaria, y eran de tierra. Muchas de ellas eran de largo recorrido y al usarse para el paso de ganado solían ser bastante anchas (entre diez y veinte metros). Se trataba de vías, muchas de ellas prerromanas, surgidas por el paso de los ganados trashumantes de unas regiones a otras (de las serranías en verano a las llanuras en invierno), su finalidad era la trashumancia ganadera y cada diez o veinte kilómetros tenían corralizas para el descanso del ganado
Mansiones
Esta red vial se completaba con las mansiones, que no eran otra cosa que posadas, en las que pernoctaban y se hospedaban todo tipo de viajeros, soldados y comerciantes que iban por las vías. Estas mansiones también daban comidas, ofrecían espectáculos de ocio, y desarrollaban una intensa actividad comercial, basada en la venta e intercambio de productos locales. Algunas llegaron a ser complejos hoteleros, comerciales y de ocio con varios edificios (llegándose a convertir en pequeñas ciudades). Se ubicaban en determinados puntos, generalmente en torno a las 10-20 millas (22-30 Km.).