En el año 67 a. de C. el senado romano estaba inmerso en una vorágine por el control del poder. Diferentes coaliciones de partidos políticos luchaban por hacerse con el control del senado. Mientras, el mare nostrum se había convertido en un caos donde los piratas cilicios eran los dueños de la situación. Desde su base en Cilicia habían conseguido sobornar a varias ciudades para que les prestaran apoyo. Por todas las costas habían fundado fortalezas marítimas para controlar el tráfico naval. El mediterráneo estaba en su poder. Los piratas dueños del mar osaron atacar el corazón del imperio realizando incursiones en las ciudades interiores de Italia, especialmente en el sur. Trece santuarios divinos fueron saqueados, multitud de ciudades expoliadas, secuestraron a altos dignatarios romanos y atacaron a las fuerzas navales. Los pretores Sextilius y Billinus, la hija de Marco Antonio “El Orador” y el propio Julio César fueron apresados, la flota romana de Ostia, fue totalmente destruida. Ante esta anarquía emergió la figura del general Pompeyo, encargado por el senado romano de acabar con los piratas y establecer las comunicaciones marítimas…, y así la paz.
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