La política interior romana determinante en las guerras cántabras
La victoria sobre Antonio hizo de Octaviano el dueño indiscutible del estado. Pero el poder real concentrado en sus manos no podía ser a la larga más que el fundamento de un régimen autoritario, basado en las relaciones de fuerza. La única salida erala creación de un nuevo ordenamiento que lograse sistematizar en términos jurídico-constitucionales la situación de hecho. Esta sería la obra que con infinitas precauciones y prudencia -tanta como audacia había derrochado en la lucha por el poder- edificaría a lo largo de su dilatada existencia Octaviano, dando vida así a uno de los edificios políticos más duraderos de la Historia: el imperio romano. Las bases legales de Octaviano, en el año 31, eran insuficientes para el ejercicio de un poder a largo plazo, y podían considerarse más morales que jurídicas: el juramento de Italia y de las provincias occidentales, los poderes tribunicios y la investidura regular, desde este año, del consulado. La ingente cantidad de honores, concedidos al vencedor, tras la batalla de Accio, no eran suficientes para fundamentar este poder con bases firmes. Entre ellos, destaca el titulo de imperator, justificado en las aclamaciones de sus soldados por sus victorias militares, que convirtió en parte integrante de su nombre personal. El año 27 a. C., en un teatral acto, cuidadosamente preparado, el Imperator Caesar devolvió al senado y al pueblo los poderes extraordinarios que había disfrutado, y declaró solemnemente la restitución de la respublica. El senado, en correspondencia, le suplicó que aceptara la protección y defensa del Estado(cura tutelaque rei publicae)y le otorgó nuevos honores, entre ellos, el título de Augustus, un oscuro término de carácter estrictamente religioso, utilizado hasta ahora como atributo de Júpiter, que elevaba a su portador por encima de las medidas humanas. La protección del Estado autorizaba al Imperator CaesarAugustus a conservar sus poderes militares extraordinarios, el imperium sobre las provincias no pacificadas o amenazadas por un peligro exterior, es decir, aquellas que contaban con la presencia estable de un ejército. Este irnperium era necesario justificarlo con acciones concretas, todavía más por la existencia de voces influyentes, que manifestaban sus reticencias al reconocimiento del nuevo papel asumido por el princeps. Contra ese grupo y frente a la opinión pública, sólo el brillo de una campaña militar victoriosa podía refrendar la recientemente institucionalizada posición de poder con fundamentos reales. Apoyado en el imperium proconsular sobre las provincias que le habían sido directamente asignadas –conocidas como «imperiales», Augusto eligió para este proyecto el frente de Hispania como el más adecuado y llamativo, por razones políticas, militares y económicas, pero sobre todo por el impacto de una campaña en los límites del mundo conocido. Si Alejandro había llevado sus armas victoriosas hasta los límites de la oikoumene por Oriente, Augusto extendería las fronteras romanas hasta el extremo Occidente. Esta habría sido la razón de que, a despecho de su precaria salud y de su probada repugnancia a participar en acciones bélicas, tomase directamente el mando de una campaña, que, si bien no pasó de ser un episodio más de una guerra que aún se prolongaría otros siete años, seria celebrada como definitiva y orgullosamente incluida por Augusto en su testamento político, las Res Gesíae.
fuente:ROLDÁN HERVÁS José Manuel
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