27 octubre 2007

El último rey de Asturias


En el año 848 nacía en las verdes tierras norteñas el último rey de Asturias. Hijo de Ordoño I soñaba en su infancia con ser el más grande de todos los reyes astures. Mientras jugaba en la falda del monte Naranco a guerras y batallas, las damiselas le reían para conseguir su abrazo y el oía de fondo como los pájaros trineros le cantaban: tú serás Magno
Con 18 años accedió al trono y como era habitual en estos reinos las revueltas nobiliarias no tardaron en producirse. El conde gallego Fruela Martínez se autoproclamó rey y con el apoyo de los nobles gallegos emprendió una campaña para eliminar al joven rey. Con el apoyo de la nobleza castellana y después de duras batallas Alfonso consiguió derrotar al conde gallego. Celebrando la victoria al son del aire atlántico en el mítico paisaje de las rías gallegas recibió la noticia del habitual levantamiento de los vascos. Con parte del ejército se dirigió hacia tierras vascas para sofocar la rebelión, y después de una breve campaña consiguió pacificar el reino.
Con los vascos y los condes tranquilos inicio una campaña de conquista en las costas atlánticas tomando Oporto en el año 868, llevando a cabo después una política de repoblamiento muy exitosa entre el MIño y el Duero, para finalmente tomar la plaza de Coímbra.
Los cantos y bailes no cesaban en la nostálgica ciudad leonesa, barriles de vino vacios adornaban las fachadas de las tabernuchas donde el griterío de la lujuria traspasaba sus débiles muros. Las procesiones de monjes realizaban su paseo matinal cantando sus salves al aire gélido. Los trovadores amenizaban el amanecer al ritmo que marcaban sus dulzainas y salterios

Ai flores, ai flores do verde pino,
se sabedes novas do meu amigo?
ai Deus, e u é?
Ai flores, ai flores do verde ramo,
se sabedes novas do meu amado?
ai Deus, e u é ?
Se sabedes novas do meu amigo,
aquel que mentiu do que pôs conmigo?
ai Deus, e u é?
Se sabedes novas do meu amado,
aquel que mentiu do que mi á jurado?
ai Deus, e u é?
Vós me preguntades polo voss'amigo?
e eu ben vos digo que é san'e vivo;
ai Deus, e u é?
Vós me preguntades polo voss'amado?
e eu ben vos digo que é viv'e sano;
ai Deus, e u é?
E eu ben vos digo que é san'e vivo,
e será vosc'ant'o prazo saido;
ai Deus, e u é?
E eu ben vos digo que é viv'e sano,
e será vosc'ant'o prazo passado;
ai Deus, e u é?

Con ese ambiente feliz, en la corte Alfonso III recibía la noticia que el emir cordobés Muhammad I enviaba un potente ejército contra las plazas de León y Astorga para vengar la derrota en tierras portuguesas. Una niebla de temor y preocupación invadió la ciudad, el sonido de las armaduras apago el ambiente festivo....

Continuara.


24 octubre 2007

Fuego Griego





En el año 673 los guerreros de Alá ondeando la bandera de la guerra santa asolaron el imperio romano de Oriente obligando a los bizantinos a replegarse a Constantinopla. Innumerables barcos agitando la media luna se disponían a conquistar la última capital romana.
Los sacerdotes cristianos alzaban sus plegarias al cielo, las campanas redoblaban envolviendo el aire de la ciudad con un manto solemne. Los defensores bizantinos observaban las siluetas de las embarcaciones enemigas en el oriente, la tensión de la espera flotaba por encima de los mármoles romanos.
La situación era desesperada, Constantino IV Pogonatos conocía la superioridad árabe y la escasa moral de sus tropas imperiales. Reunido con sus generales intentaba buscar una solución al bloqueo e inminente ataque mahometano.
Y entonces como milagro divino se presento en la corte la enigmática figura de Calínico de Heliópolis ofreciendo un arma secreta que ayudaría a vencer a los árabes, un arma desconocida que causaría el terror en las filas sarracenas. El emperador y sus generales incrédulos escucharon a Calínico.
Los barcos bizantinos salieron al encuentro de las naves árabes con la intención de romper el bloqueo, en la proa de los barcos iban colocados unos tubos metálicos que relucían bajo el sol. Los árabes confiados en su superioridad y perplejos por la insensatez de los bizantinos lanzaron un ataque frontal para eliminar a los osados marinos. Estando cerca las naves árabes dispuestas al abordaje la mar se hizo fuego, los tubos metálicos comenzaron a expulsar llamas. El terror y el caos inundo a los árabes, sus naves se incendiaron, los marinos ardieron sobre cubierta, cuerpos quemados flotando sobre la mar, de la mismas aguas se alzaron llamas, la victoria bizantina fue total. Mientras la mar ardía, las naves romanas volvían gloriosas a la plateada Constantinopla. El fondo del mar recogía las naves y cuerpos mahometanos, y en ellos sus sueños de expansión por el legendario Bizancio. La leyenda del fuego griego había nacido.
El secreto de este lanzallamas se mantuvo siempre oculto y sirvió para que el imperio se hiciera dueño de la mar y pudiera contener los ataques de los siempre insaciables árabes y rusos. Conocemos que el fuego griego era lanzado en una especie de cañón y empujado por un tipo de bomba impulsora inventada en el siglo III a. C. por Ctesibio de Alejandría, los componentes de este liquido inflamable se desconocen aunque pudiera tratarse de nafta, cal viva y salitre, o bien petróleo destilado con resina espesante que lo prendían en el tubo y salía impulsado como un chorro de llamas con la acción de la bomba adhiriéndose a objetos, personas ,y lo que más pavor causo en la antigüedad ,flotando sobre la mar. La realidad es que este secreto guardado celosamente por los emperadores y descendientes de Calínico desapareció con Constantinopla. El fuego de la salvación mantuvo a los bizantinos en la fe del futuro. La mar ardía y Constantinopla relucía reflejada en ese mar de llamas.

Fuentes:
Crónicas. Teófanes
Historia deI Imperio Bizantino.Tomo Primero. A.A.Vasiliev.

22 octubre 2007

Juan Antonio Cebrian


El sábado pasado los emperadores romanos se quitaron su manto purpura para abrigar el alma de Juan Antonio Cebrián. Alejandro Magno volvió para conquistar su espíritu y volar junto a él. Los reyes godos se inclinaron al paso de su último suspiro. La historia soltó una lagrima que resbaló como roció en los pétalos de su nuestra querida rosa de los vientos.
Su optimismo, voz cálida y nobleza intelectual nos atrapo en sus nuestras noches de misterio, magia, naturaleza…. e HISTORIA. Con sus pasajes de la historia y sus versus nos narró la historia como quien cuenta un cuento a su hijo, envolviéndonos en un manto de nostalgia y épica para transportarnos en la oscuridad de la noche a la luz de la historia. Nos hizo soñar y reír conduciéndonos a través de los tiempos abrazados a su nuestra rosa de los vientos. Nos hizo leer sus amenas y entrañables historias de la historia para transportarnos a épocas remotas.
En esta vieja Iberia la voz de la historia ha volado para unirse a sus mitos en el Olimpo de los dioses.
Adiós y gracias por tan buenos momentos.




20 octubre 2007

El rescate de la reina Clotilde


En el comienzo de la etapa visigoda en la antigua Hispania ocurrió uno de los sucesos más caballerescos de la edad media, digno de la más grande épica, el rescate de la reina Clotilde. Esta princesa franca casada por cuestiones políticas con el rey visigodo Amalarico su vida desde entonces fue un calvario. El carácter inestable del rey en una época donde los francos católicos eran odiados convirtió este matrimonio, que en un principio era un signo de amistad, en un enfrentamiento entre los dos reinos que acabo con una guerra brutal y la pérdida de parte de la Aquitania Prima por parte de los godos.
En el año 531 Childeberto de Paris cruzó la frontera visigoda de la Septimania para rescatar a su hermana. Los maltratos continuos y públicos hasta el punto de arrojarle estiércol en la cara cuando ella iba a misa, hizo que Clotilde mandara un mensajero a su hermano con un pañuelo de su sangre como prueba de las barbaridades que estaba sufriendo de Amalarico y pidiéndole ayuda. Clotilde una católica convencida no quiso convertirse al arrianismo, esta cuestión y el carácter del rey (odiado por todos) hizo que viviera un autentico infierno en la corte goda.
Childeberto haciendo honor a los valores caballerescos y quizá también con la intención de arrebatar unas cuantas tierras a los visigodos emprendió la campaña de rescate al frente de su ejército. Los visigodos superiores militarmente en ese momento estaban divididos, el general Teudis encabezaba una rebelión que mantenía quebrado el reino, por lo que Amalarico solo pudo disponer de parte de su ejército.
Tras una sangrienta batalla en Narbona los visigodos fueron derrotados y Amalarico huyo a Barcelona. Allí fue asesinado al parecer por sus propios hombres que entregaron a Clotilde a su hermano (aunque otras versiones nos indican que el autor del crimen fue un espía franco llamado Besón). Childeberto volvió a Francia con su hermana tras haber arrebatado algunos territorios a los visigodos en la Aquitania Prima. El último descendiente del gran Teodorico, vencedor de los hunos, dejo su vida en Barcelona a causa de los maltratos que infringió a su mujer.Teudis, gran opositor de Amalarico accedió al trono con la intención de frenar nuevas empresas expansionistas de los crecidos e insaciables francos.

Fuentes:
Los Godos en España,  E.A.Thompson
La historia de la España visigoda, Luis A. Garcia Moreno

18 octubre 2007

Guerreros Celtas


Tras una noche de golpear las armas contra los escudos, de gritos, canticos y tras beberse cantidades ingentes de licores preparados por los druidas, los celtas se preparaban para seguir a su caudillo rumbo a la batalla. La casta militar celta después de hacer los ritos de purificación y haber orado con los druidas alzaba sus largas espadas y lanzas para lanzar una salvaje acometida contra el enemigo. No empleaban el arco porque consideraban que matar a un enemigo a distancia era un acto de cobardía.
El caudillo iba el primero, seguido por la nobleza militar y después el ejercito. Contemplándoles estaban los druidas orando por ellos y preparando ungüentos para los heridos. Iban desnudos al combate como símbolo de pureza, y su objetivo era cortarle la cabeza al enemigo. Creían que en la cabeza residía el alma humana y quien la cortaba adquiría su fuerza, convirtiéndose así en un guerrero superior. Las cabezas cortadas eran sus más valiosos trofeos y después de embalsamarlas con aceite de cedro las exhibían orgullosamente durante generaciones. Las que consideraban de menos valor las empleaban en hacer decorativas ornamentas para los cuellos de los caballos.
El gran manejo en la caballería y los carros de combate les reporto una gran ventaja en sus guerras. Las tácticas de caballería celta eran muy sofisticadas, disparaban jabalinas sobre el enemigo y retrocedían, atacándolo luego mediante cargas controladas concentrándose en un mismo lugar para romper las filas enemigas.
Valor, coraje y honor era la ideología de estos guerreros que jamás sobrevivían a su caudillo, ya que juraban seguirlo en la victoria y en la derrota. Desaparecidos como pueblos en Europa ante el avance romano estos formidables guerreros se convirtieron en mercenarios de gran reputación.
“Amanezco hoy, Por la fuerza del cielo, La luz del sol, El esplendor del fuego, El resplandor de las llamas, La velocidad del viento, La rapidez del rayo, La firmeza de la roca, La estabilidad de la tierra, La profundidad del mar. Amanezco hoy, Por la fuerza secreta y divina que me guía” (Oración Celta)


  
                                                                                                                      

15 octubre 2007

Otra forma de contar la historia

Audio sobre la temible caballeria de los hunos.
Los jinetes del apocalipsis



La leyenda contaba que bebían sangre humana, que con sus gritos arrancaban las almas a sus adversarios y que dormían sobre sus caballos a la luz de la luna. Con sus rostros llenos de cicatrices, tatuajes y desfigurados por los ritos de deformación craneal, estos jinetes fueron el rostro del diablo para sus oponentes...

14 octubre 2007

Apuestas en el circo romano


La pasión inundaba las almas de los romanos cuando se anunciaba en el foro que el magistrado de turno ofrecía juegos en el circo Máximo. La mejor forma de conseguir popularidad y por lo tanto apoyos políticos era gastarse los sestercios en ofrecer espectáculos al siempre inquietante pueblo romano. Los juegos requerían una organización de tal índole que toda la urbe de una manera u otra se implicaba.
Los juegos comenzaban con un desfile por las calles romanas que transcurría desde el Capitolio hasta el Circo, era el desfile de los participantes y las autoridades organizadoras de la forma más espectacular posible. Músicos, danzarines, actores, cómicos amenizaban el recorrido, mientras la gente amontonada en las aceras gritaba extasiada a sus ídolos sintiéndolos más cerca que nunca. En las afueras del circo un mercado de tenderetes vendía lo más variado de productos, desde fruta hasta perfume, los adivinos ofrecían sus conocimientos en las artes adivinatorias, las rameras vendían su cuerpo en las arcadas del edificio y la gente se agolpaba en las entradas del recinto. Una vez en el circo y celebrados los ritos de inicio habituales el magistrado autorizaba el comienzo de los juegos y el sonido de las trompetas inundaba todos los rincones del estadio.
El primer espectáculo consistía en un simulacro de batalla entre jóvenes aristocráticos denominado Ludus Troianus que era de escaso interés y se realizaba mientras los asistentes terminaban de ubicarse, luego le seguía una exhibición ecuestre de gran malabarismo y colorido precediendo al comienzo de las carreras. La primera carrera era una competición pedestre, una carrera de agotamiento donde las primeras apuestas empezaban a funcionar entre los romanos calentando los ánimos y el ambiente para el momento cumbre que eran las carreras de carros. Normalmente se realizaban varias carreras de carros empezando con los participantes de menor entidad para acabar con las grandes estrellas del momento.
Los grandes ídolos de masas con sus carros hacían acto de presencia en la arena entre grandes ovaciones y las primeras lágrimas empezaban a dibujarse en el rostro de las romanas, mientras el nerviosismo por el dinero jugado inundaba a los señores, miles de sestercios estaban en juego durante las siete vueltas que duraba la carrera.
En el principio de los juegos los corredores representaban a facciones identificadas por un determinado color (algo parecido a los equipos deportivos actuales), luego se personalizó el triunfo y por lo tanto la competición, convirtiendo a los corredores en unos ídolos de masas, unos héroes soñados por las mentes romanas.
Al finalizar la carrera, el vino, los licores y las más dulces viandas recorrían las gradas mientras en la arena comenzaba una nueva exhibición ecuestre como entretenimiento hasta el comienzo de una nueva carrera. Una nueva oportunidad de ganar dinero y disfrutar con la espectacularidad de las cuadrigas. Todo terminaba con el éxtasis de la recogida del triunfo, los vencedores recibían el trofeo que les daba dinero y fama mientras patricios y plebeyos reían, aplaudían y lloraban por los sestercios perdidos.



12 octubre 2007

El poder de la magia en la medicina de la Mesopotamia


A diferencia de la imagen positiva de la medicina egipcia que tenían los griegos, siendo especialmente admirada por Herodoto, la de los antiguos babilonios no tenía buena aceptación, siendo el mismo Padre de la Historia que refería que este pueblo sacaba a los enfermos a la plaza, para que los que pasaran por allí los vieran, y si conocían la cura por haber padecido ellos o un conocido la enfermedad, se la comunicaran al enfermo y éste lograra sanar.

Si bien lo de Herodoto podría parecer exagerado, para nosotros no serán menos llamativas algunas de las características de la práctica médica en el Cercano Oriente arcáico.

La enfermedad era concebida como un castigo inflingido por los dioses debido a un delito u ofensa moral, o a la ruptura de un tabú, fuera intencional o no; y la intervención divina podía ser directa, a través de un demonio o, de lo contrario, mediante la invocación de un brujo o hechicero. Por lo tanto, teniendo en cuenta esta mentalidad, es lógico recurrir a la magia para encontrar también la cura, resultando decisivos los rezos y los sacrificios realizados.

A pesar de la predominancia de la religión y la magia había también especialistas en el cuerpo humano, capaces de reconocer a determinados agentes en la génesis de la enfermedad, tales como el polvo, la comida, la suciedad, la bebida... Estos médicos observaban a sus pacientes atentamente, agrupándolos por enfermedad y les aplicaban los que hoy denominaríamos tratamientos farmacológicos consistentes, en general, en mezclas preparadas por ellos mismos a base de múltiples tipos vegetales y minerales diluídos en agua, leche o cerveza -raramente vino-, o productos animales como la sangre, la grasa, el sebo y los huesos.

Estos médicos poseían un conocimiento de las partes y órganos del cuerpo humano a juzgar por los términos con los que los designan, utilizando para ello varias palabras en algunas ocasiones, como las catorce posibilidades para nombrar el útero.

En cuanto a la cirugía, no hay la evidencia que existe para otras culturas respecto de trepanaciones, circuncisiones o extracción de piezas dentales. Sólo parece haberse empleado en casos extremos en el terreno de la oftalmología.

Para hacer sus diagnósticos y suministrar remedios, los médicos tomaban el pulso de sus pacientes, la temperatura corporal usando sus manos, palpaban el cuerpo del paciente y olían su aliento y orina.

Además de las pociones que ya nombramos, los médicos recurrían a las fumigaciones, el suministro de líquidos boca a boca a través de una pajita (o sorbete, según la costumbre del lector), las fricciones y masajes con pomadas, cataplasmas y supositorios.

Lo que no resultará extraño a nadie, seguramente, es que a pesar de sus limitaciones, los médicos de aquellos lugares y tiempos gozaban de un gran prestigio, estando estrechamente vinculados al palacio.

Carlos Arnedillo

Fuente: Gómez Espelosín, Francisco. La ciencia en Mesopotamia. Historia National Geographic. Nº 30, Septiembre 2006


11 octubre 2007

Tumulto en el teatro romano


La pasión de los romanos por el teatro y los actores muchas veces sobrepaso la admiración para convertirse en un éxtasis colectivo que a veces no acababa de una forma muy correcta. Los actores y actrices en ocasiones se convirtieron en ídolos sexuales que despertaban las más escondidas pasiones y las más perversas envidias para quien quería poseerlos.
Reinando Tiberio se produjo un altercado público de tal magnitud en una representación teatral que fue precisa la intervención del propio emperador. En mitad de la obra con la voz de los actores gravemente flotando sobre las gradas, sus cuerpos danzando en el escenario y un buen número de senadores extasiados ante sus sueños sexuales, un grupo de plebeyos en las filas altas empezó a abuchear por considerar la actitud de los actores demasiado grotesca. La protesta fue elevándose paralelamente al delirio entusiasta. Mientras unos gritaban otros intentaban concentrarse en las imágenes y palabras que salpicaba el escenario, hasta que los abucheos cambiaron a insultos y empezaron a caer objetos sobre los actores, lo que obligo a suspender la función. Esto provoco tal enfrentamiento entre los asistentes que origino una batalla campal de gran magnitud prolongándose durante buena parte de la noche, causando multitud de heridos, grandes daños en el teatro y un muerto. Tras el restablecimiento del orden, el propio emperador actuó de juez desterrando de Roma a los cabecillas de los bandos y a los actores.
Es una lástima que desconozcamos tan polémica obra teatral.

“Reprimió con rigor los tumultos populares, y atendió sobre todo a prevenirlos. Habiéndose cometido un homicidio a raíz de una cuestión suscitada en el teatro, desterró a los jefes de los partidos rivales y a los actores por quienes se había suscitado la disputa, y no quiso nunca llamarlos, pese a cuantas instancias le hizo el pueblo”

Fuentes:
Los doce Cesares. Cayo Suetonio Tranquilo
Historia de Roma. Francisco Bertolini

09 octubre 2007

Costumbres guerreras germanas



Era costumbre germana en sus luchas contra los romanos llevar a la guerra algunas imágenes e insignias sacadas de los bosques sagrados y bendecidas por los sacerdotes, que representaban el manto protector de la divinidad y la presencia del espíritu poderoso de sus antepasados. Estos guerreros combatían divididos en escuadrones familiares con lo que el honor y la defensa de la familia fortalecían su espíritu combativo. Detrás de ellos estaban sus mujeres y niños animándolos en la lucha, a través de gritos ensordecedores. Los heridos retirándose enseñaban las heridas a sus madres y mujeres para que las purificaran chupándolas y así poder volver al combate. En medio de la batalla las mujeres les servían agua y les seguían animando. Si intentaba huir algún guerrero las mujeres salían a su paso y poniéndoles los pechos delante les hacían volver. Los niños un poco mas retirados emulaban a sus padres en una batalla infantil.
Es curiosa la forma de guerrear de los temibles germanos en tiempo del imperio romano, leyendo a Tácito los modos germanos recuerdan mas a una romería que a una guerra. Sin embargo esta forma de luchar causo estragos en las invencibles legiones romanas que no pudieron llegar jamás a derrotar definitivamente a los germanos, sufriendo habitualmente dramáticas derrotas. El limes germano fue la única zona que no llego a controlar totalmente Roma, siendo siempre su quebradero de cabeza y el principio de su final. Esta forma familiar de lucha tuvo mucho que ver en ello, ante la disciplinada legión, sus innovadoras armas y despliegues tácticos, los germanos antepusieron la mirada y los gritos de su madre, mujer e hijos, luchando con el honor de quien lucha al lado de su padre, hermano y demás familiares, para parar el avance de la formidable maquinaria militar romana.

Fuente:
De las costumbres, sitios y pueblos de la Germania. Cayo Cornelio Tacito


08 octubre 2007

Los hombres del roble


“Concedednos divinidades
Vuestra protección
Y con vuestra protección, la fuerza
Y con la Fuerza, la comprensión
Y con la comprensión, el saber
Y con el saber, el sentido de la justicia
Y con el sentido de la justicia, el amor
Y con el amor, aquel de todas formas de vida
Y en el amor de todas las formas de vida, el amor de los dioses y de las diosas
Y de todas sus fuerzas “
Su imagen es el misticismo, la magia, ese poder sobrenatural anhelado. Con sus túnicas y largos cabellos han sobrevivido a los siglos en la mente de los que sueñan con los arboles y las estrellas. Por el aire su espíritu recorrió la tierra europea invadiéndola de partículas mágicas, los hombres del roble dejaron su alma flotando sobre la tierra verde.
Hacían las funciones de sacerdotes, astrónomos, adivinos, magos, jueces, maestros, médicos, instructores…, los druidas eran la minoría que poseía el poder, la magia y el conocimiento. Reclutados entre la nobleza, no eran una casta hereditaria, los druidas ancianos seleccionaban a los más capaces y de jóvenes ingresaban en escuelas donde eran instruidos en ciencias naturales aplicadas a la religión, la astronomía y la adivinación. Podían pasar más de veinte años hasta completar la preparación, toda su enseñanza se basaba en la memoria, la observación y la oratoria. Al acabar la instrucción pasaban a formar parte del clero celta encabezado por un sumo pontífice. No pagaban impuestos, no iban a la guerra y no trabajaban la tierra. Pero su función dentro de la comunidad era múltiple, estudiando el movimiento de la luna y el sol establecían el calendario, vital para el ciclo de cosechas. Ejercían de jueces en los litigios y sus fallos debían de ser aceptados por el afectado bajo pena de no poder realizar sacrifios, siendo condenado como impío y criminal. Eran los instructores de la nobleza guerrera preparándola técnica y espiritualmente para el combate. En los momentos complicados ejercían como asesores diplomáticos y su magia era puesta a disposición de los espíritus guerreros. Como clero establecían las fiestas religiosas y preparaban las ceremonias, esos rituales místicos y mágicos donde invocaban fenómenos meteorológicos o realizaban curaciones, donde sus oraciones se perdían entre las sombras de los arboles envueltas en música grave y solemne. Antes del combate, los celtas cantaban golpeando los escudos con sus armas y soplaban sus trompas con el fin de atemorizar al enemigo, los druidas con sus fuegos invocaban a los espíritus para que volando junto a los sonidos protegieran a su pueblo. Su símbolo sagrado era el muérdago recolectado en invierno el sexto día de la luna, en una solemne ceremonia realizada por un sacerdote vestido de blanco que cortaba la planta con una hoz de oro depositándola en un manto, momento en el que eran inmolados dos toros blancos.
“Tal como un árbol.
Del cual las raíces penetran en todas las capas profundas de la Tierra
y suben hacía el Cielo para elaborar lo que justamente
las Fuerzas Divinas le incitan a producir.
Te pido árbol del Mundo que mi eje de vida
este siempre en expansión y crecimiento, como el tronco de tu árbol.
Capa profunda de mi Tierra.
Infunde el Flujo de mi Alma en mi Árbol de vida.
Que el árbol de Vida proyectado,
Así de mis raíces pueda realizar,
El Destino de mis Frutos de toda mi Tierra”

A pesar del paso de los siglos los hombres del roble perviven en nuestros campos, en el rocío de las hojas, en la savia de los arboles, en el azul del cielo, sus almas se mezclaron en el horizonte para perderse y volver. La esencia celta brota con el relente de la mañana en estos añejos campos europeos.



07 octubre 2007

Los jinetes del apocalipsis


La leyenda contaba que bebían sangre humana, que con sus gritos arrancaban las almas a sus adversarios y que dormían sobre sus caballos a la luz de la luna. Con sus rostros llenos de cicatrices, tatuajes y desfigurados por los ritos de deformación craneal, estos jinetes fueron el rostro del diablo para sus oponentes. La caballería de Atila, rey de los hunos, arraso buena parte del continente europeo en el siglo V dejando un rastro de sangre y fuego. Su crueldad iría para siempre unida a su mito. Poseían ligeros y resistentes caballos con monturas de madera que les permitía un mayor equilibrio para la batalla, y tenían una gran habilidad en el manejo del arco galopando sobre sus caballos. Con la espada recta de hoja de doble filo y sus técnicas de combate eran invencibles en el cuerpo a cuerpo. Realizaban sus ataques en varias oleadas, en las primeras emitiendo chillidos terroríficos se acercaban a su rival para lanzar sus flechas y retirarse, cuando habían realizado el suficiente daño al enemigo venia la embestida final con la lucha cuerpo a cuerpo. Solo el gran general romano Aecio supo parar a estos formidables guerreros que se extinguieron con su caudillo, pero causaron tal terror en las numerosas campañas de Atila que la leyenda sobrevivió durante siglos
“Sus chillidos aun se escuchan entre los montes, prados y peñascos de Transpadana, su imagen se refleja en el Danubio en las noches de luna llena, los cascos de sus caballos se oyen cuando sopla el aire gélido del este” (relato romano s. VI d. C.)


06 octubre 2007

Reflexiones sobre la batalla de Cabra


Este episodio de Cabra es un ejemplo del descontrol político que existía en los reinos medievales. Dos ejércitos se enfrentan entre sí defendiendo al mismo rey y con el apoyo de sus grandes enemigos, los musulmanes. Lo llamativo en esta situación es que ninguno de los embajadores intentara mediar entre los reinos musulmanes a través de su señor, el rey Alfonso VI, que era el beneficiario de las parias y el jefe de los ejércitos. García Ordoñez actuó por su cuenta con la idea de conseguir un cuantioso botín en el saqueo de Sevilla sin importarle que el reino sevillano fuera reino protegido por su rey y que en esos momentos hubiera una embajada Alfonsina para cobrar las parias en su capital. Rodrigo Díaz actuó correctamente defendiendo el acuerdo de Alfonso VI con el rey sevillano. Es sorprendente que García Ordoñez a pesar del aviso del Cid siguiera adelante con la empresa de saquear Sevilla, incumpliendo los tratados entre reinos y encima enfrentándose a compañeros de armas que estaban allí para hacer lo mismo que él en Granada. Este episodio marca el inicio de los desencuentros del Cid con su rey, ya que aunque actuó legalmente, García Ordoñez era un conde muy influyente en la corte Alfonsina y tras este episodio se convirtió en enemigo acérrimo del Cid. En aquel tiempo los reyes querían tener como aliados a los nobles poderosos para así evitar revueltas internas que acababan habitualmente con la cabeza del rey separada de su cuerpo. Esto explica la actitud pasiva del rey al enterarse de la batalla entre sus hombres.
La involución política de este periodo fue la causante del retraso social, cultural y económico que hubo en la Edad Media. Reinos enfrentados, condes y magnates que con sus ejércitos hacían lo que más le convenía, reyes más preocupados en controlar las revueltas internas que gobernar y una cultura guerrera que solo beneficiaba a unos pocos nobles insaciables de botines hicieron que los saqueos, traiciones políticas, conspiraciones reales, guerras internas, pactos con enemigos y todo tipo de confabulaciones fueran la causa de la regresión socio-cultural en esta época. Un reino y su rey con varios ejércitos pagados y comandados por sus condes o magnates cada uno defendiendo sus intereses personales nos dibujan la etapa más oscura de la historia
“Quantos que son en mundo, justos e peccadores,
coronados e legos, reys e emperadores,
allí corremos todos, vassallos e sennores,
todos a la su sombra imos coger las flores”


05 octubre 2007

La Batalla de Cabra


La edad media se caracterizo por un gran caos político y social, la anarquía y el descontrol con finales sangrientos fue una de las constantes de este periodo. El sistema feudal creó múltiples señores que con el poder de sus ejércitos condicionaron el gobierno de los reinos, llegando hasta el punto de hacer guerras sin autorización real y lo que es más grave a luchar con tropas del mismo reino.
En el año 1079 Alfonso VI envió dos embajadas a los reinos de Granada y Sevilla con motivo de cobrar las parias anuales. Las parias eran los pagos que hacían determinados reinos a cambio de protección por parte de otro reino. La embajada de Granada iba comandada por el conde García Ordoñez y la de Sevilla por Rodrigo Díaz, el Cid. El rey de Granada antes de pagar las parias pidió a García Ordoñez, gobernador de La Rioja, que iba acompañado por Fortun Sánchez, noble alavés, Lope Sánchez, hermano del anterior y Diego Pérez, notable de Castilla, y sus correspondientes mesnadas (ejércitos) que saquearan el reino de Sevilla para dar una lección a su entonces enemigo el rey al-Mutamid. Los nobles sin consultar a nadie y muy gustosamente accedieron al trato con claro interés de sacar botín en esta campaña. Con las tropas árabes de Granada y sus mesnadas los nobles castellanos pusieron rumbo a Sevilla.
En esta ciudad estaba el Cid para cobrar las parias correspondientes, y el rey sevillano le comunicó el ataque al que iba a ser objeto exigiéndole la defensa y protección que estaba obligado a prestarle como representante del rey Alfonso VI, beneficiario de las parias. El Cid al conocer la maniobra de García Ordoñez y el rey granadino avisó a los atacantes pidiéndoles que se retiraran, pero esto solo provocó la burla de ellos que prosiguieron su avance confiados en su superioridad numérica. Ante esta situación el Cid salió al encuentro de García Ordoñez con su ejército y las tropas sevillanas del rey al-Mutamid.
Los dos ejércitos se encontraron en Cabra produciéndose una durísima batalla donde la visión estratégica del Cid venció a la superioridad numérica de García Ordoñez infringiéndole una dura derrota narrada en la Historia Roderici.
“el ejercito del rey de Granada sufrió una tremenda matanza tanto de mahometanos como de cristianos hasta que vencidos y avergonzados huyeron ante Rodrigo Díaz.
En esta batalla fue capturado el conde García Ordoñez, Lope Sánchez y Diego Pérez con mucho de sus soldados. Una vez obtenida la victoria Rodrigo Díaz los mantuvo cautivos durante tres días; luego los despojó de sus tiendas y demás pertenencias y les permitió marchar libres”
Paralelamente al regreso de las tropas derrotadas que volvían con las manos vacías a la corte leonesa, marchaba el Cid y su ejército con las parias cobradas y multitud de regalos de agradecimiento del rey al-Mutamid. Bajo la misma bandera y el apoyo de los musulmanes se habían enfrentado entre sí las dos embajadas a las órdenes de Alfonso VI, lo sorprendente fue la actuación del rey al enterarse de la batalla ocurrida entre sus hombres: No hizo nada.
“Rodrigo victorioso de la batalla regresó a Sevilla, donde al-Mutamid le entregó las parias para el rey Alfonso a las que añadió muchos regalos y obsequios que el Campeador llevó a su rey”


Fuentes:
Falque Rey, Historia Roderici
Gonzalo Martínez Diez, El Cid Histórico

Proximamente:
Reflexiones sobre la batalla de Cabra






03 octubre 2007

Torres de asedio medievales


“Envueltos en cantos y rezos de ánimo que se oían en todo el valle las torres se iban acercando a las murallas, los defensores temerosos y expectantes esperaban el grito de su señor para lanzar flechas y piedras con lo que parar a esos terroríficos artilugios…”
“Desde lo más alto escupían flechas y se podía observar los escudos y las espaldas en alto de los que iban a hacer ruina del castillo…”
(Anónimo ingles s.XIV)

No ha habido un elemento tan pintoresco y temible a la vez que las torres de asedio medievales. Empleadas en los asaltos a castillos rebeldes que no se rendían a pesar del asedio son un símbolo de esa edad que avanzaba de batalla en batalla. Empleada desde la época de los asirios fue en la edad media cuando mas auge tuvo, debido al florecimiento de castillos y fortalezas en este periodo guerrero
El objetivo de la torre era acercarse a las murallas del castillo y lanzar un puente sobre las almenas para que los guerreros pudieran asaltar el castillo. Nos podemos imaginar que era terriblemente complicado conseguirlo, lo que explica que en estas torres fueran los guerreros con menos status y condición entre el ejército, indicativo también que el índice de mortandad era muy elevado
La construcción de una torre se hacía sobre el terreno en base a las características de la fortaleza a asaltar, se componían de varios niveles donde iban las tropas asaltantes, la zona más alta de la torre la ocupaban ballesteros o arqueros haciendo la función de artilleros que abrían paso y apoyaban el asalto de la infantería. En esta zona, una vez lanzado el puente, era donde se iniciaba el asalto por parte de las tropas, que iban subiendo por escaleras a esta plataforma desde los distintos pisos de la torre para asaltar el castillo. Estas torres iban recubiertas de cuero húmedo para evitar que las flechas de fuego lanzadas por los defensores se clavaran en la madera.
Para conseguir acercar la torre al castillo tenían que montar un despliegue logístico increíble, la construcción de la torre era una tarea ardua, había que construir una torre robusta y ligera a la vez, donde el desplazamiento con ruedas de madera fuera lo más rápido posible, después alisar el terreno para poder deslizar la torre y luego clavar unas estacas en la base de la muralla del castillo que servían como apoyo a las poleas con las cuales la arrastraban. Una tarea muy difícil teniendo en cuenta a los defensores que les disparaban flechas y les arrojaban líquidos calientes y piedras. Otra forma de deslizarlas era empujarlas directamente, pero tenía el inconveniente que había que emplear muchos recursos humanos en la tarea, también se empleaban animales de tiro protegidos con planchas metálicas pero existía el peligro que se asustaran e intentaran huir despavoridos.
Si conseguían acercarse lo suficiente a las murallas y lanzar el puente sobre las almenas, la sincronización era clave en el éxito del asalto, mientras los arqueros disparaban desde la plataforma cubriendo el asalto, los guerreros con la protección de sus escudos, espada en alto y gritos animosos comenzaban a cruzar el puente de madera.
Las matanzas originadas con este tipo de asalto eran terribles pero cuando no se quería o podía prolongar más el asedio era el método de asalto junto con el ariete más eficaz. Y en una época donde la vida valía muy poco y la muerte guerrera era un honor, la torre de asalto era el comienzo de una épica personal en busca del más alto reconocimiento caballeresco, era el trampolín para hacer realidad esos sueños que luego cantarían trovadores de aldea en aldea.