La pasión de los romanos por el teatro y los actores muchas veces sobrepaso la admiración para convertirse en un éxtasis colectivo que a veces no acababa de una forma muy correcta. Los actores y actrices en ocasiones se convirtieron en ídolos sexuales que despertaban las más escondidas pasiones y las más perversas envidias para quien quería poseerlos.
Reinando Tiberio se produjo un altercado público de tal magnitud en una representación teatral que fue precisa la intervención del propio emperador. En mitad de la obra con la voz de los actores gravemente flotando sobre las gradas, sus cuerpos danzando en el escenario y un buen número de senadores extasiados ante sus sueños sexuales, un grupo de plebeyos en las filas altas empezó a abuchear por considerar la actitud de los actores demasiado grotesca. La protesta fue elevándose paralelamente al delirio entusiasta. Mientras unos gritaban otros intentaban concentrarse en las imágenes y palabras que salpicaba el escenario, hasta que los abucheos cambiaron a insultos y empezaron a caer objetos sobre los actores, lo que obligo a suspender la función. Esto provoco tal enfrentamiento entre los asistentes que origino una batalla campal de gran magnitud prolongándose durante buena parte de la noche, causando multitud de heridos, grandes daños en el teatro y un muerto. Tras el restablecimiento del orden, el propio emperador actuó de juez desterrando de Roma a los cabecillas de los bandos y a los actores.
Es una lástima que desconozcamos tan polémica obra teatral.
“Reprimió con rigor los tumultos populares, y atendió sobre todo a prevenirlos. Habiéndose cometido un homicidio a raíz de una cuestión suscitada en el teatro, desterró a los jefes de los partidos rivales y a los actores por quienes se había suscitado la disputa, y no quiso nunca llamarlos, pese a cuantas instancias le hizo el pueblo”
Fuentes:
Los doce Cesares. Cayo Suetonio Tranquilo
Historia de Roma. Francisco Bertolini
Reinando Tiberio se produjo un altercado público de tal magnitud en una representación teatral que fue precisa la intervención del propio emperador. En mitad de la obra con la voz de los actores gravemente flotando sobre las gradas, sus cuerpos danzando en el escenario y un buen número de senadores extasiados ante sus sueños sexuales, un grupo de plebeyos en las filas altas empezó a abuchear por considerar la actitud de los actores demasiado grotesca. La protesta fue elevándose paralelamente al delirio entusiasta. Mientras unos gritaban otros intentaban concentrarse en las imágenes y palabras que salpicaba el escenario, hasta que los abucheos cambiaron a insultos y empezaron a caer objetos sobre los actores, lo que obligo a suspender la función. Esto provoco tal enfrentamiento entre los asistentes que origino una batalla campal de gran magnitud prolongándose durante buena parte de la noche, causando multitud de heridos, grandes daños en el teatro y un muerto. Tras el restablecimiento del orden, el propio emperador actuó de juez desterrando de Roma a los cabecillas de los bandos y a los actores.
Es una lástima que desconozcamos tan polémica obra teatral.
“Reprimió con rigor los tumultos populares, y atendió sobre todo a prevenirlos. Habiéndose cometido un homicidio a raíz de una cuestión suscitada en el teatro, desterró a los jefes de los partidos rivales y a los actores por quienes se había suscitado la disputa, y no quiso nunca llamarlos, pese a cuantas instancias le hizo el pueblo”
Fuentes:
Los doce Cesares. Cayo Suetonio Tranquilo
Historia de Roma. Francisco Bertolini