Las campañas militares
La primera campaña planeada para la conquista del norte de Hispania se llevo a cabo el año 29 a. de C., esta campaña dirigida por Estatilio Tauro, legado de Augusto, tendió sin duda a organizar el ataque contra la zona de los vacceos, cuyo control era imprescindible para avanzar hacia el norte, y su escenario, el extenso territorio entre Duero y Pisuerga. La operación partiría de Albocela (Toro), la ciudad más fuerte del Duero medio y cabeza de puente que facilitaba las comunicaciones con la Tierra de Campos. La línea de operaciones inicial debió de descansar en el río y tener como campamento algún lugar inmediato a la ciudad, que terminaría por absorber posteriormente a la población. Afianzada esta cabeza de puente, las operaciones debieron comprender todo el valle bajo del Pisuerga, desde Simancas a Pallantia, con lo que quedaba expedita la vía hacia el valle alto del río, por donde se operaria en años sucesivos. El sometimiento de la Tierra de Campos, de la que Intercatia constituía el centro principal, no debió de ser difícil, ya que el tránsito permite en todas direcciones las marchas del ejército y sus retiradas a posiciones definidas. Con ello, las armas romanas quedaban en la inmediata vecindad de un extenso territorio, aún en parte inexplorado, extendido incluso más allá de las fronteras de cántabros y astures, frente a tribus de características primitivas y belicosas, y ante una intrincada geografía que dificultaba las operaciones, no exentas de desastres militares, si se tiene en cuenta la alusión de las Res Geslae , el testamento político de Augusto, a una recuperación en Hispania por el propio princeps de varias insignias militares perdidas por sus jefes.
A Estatilio Tauro le sucedió en el mando Calvisio Sabino. Sus campañas, en el año 28, lo mismo que las de su sucesor Sexto Apuleyo, en el 27, no han dejado testimonio en las fuentes, si no es en los escuetos triunfos (ex Hispania), que permiten suponer su carácter victorioso. Aunque realmente desconocemos las campañas y objetivos, posiblemente irían a fortalecer la posición romana en el sur de Cantabria y Asturias, controlando las rutas de abastecimiento y comerciales de esa parte de Hispania, y preparándose para la invasión definitiva del norte, a la que el propio Augusto daría un giro imprevisto con su sorprendente decisión de tomar el mando personal de las operaciones. Así, la guerra cántabro-astur, que la propaganda y la poesía áulica de Augusto celebrarían, no comenzó el 26, con la participación activa del emperador como general en jefe. Se prolongaba ya varios años, cuando el princeps decide intervenir en ella.
Fuente. Roldán Hervás. José Manuel
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