En el año 173 d. de C. ocurrió uno de los pasajes más sorprendentes e increíbles de toda la historia militar. En plena campaña de Marco Aurelio contra los germanos en las limes del Danubio la vexillatio de la legión XII al mando de un inexperto tribuno se adentró en tierra bárbara en una misión de reconocimiento, tras varios días de marcha y algunos encontronazos con los cuados, el destacamento estaba agotado y con pocas provisiones. El orgullo y la poca experiencia del tribuno hizo que condujera a la vexillatio a un callejón sin salida. Rodeado por los cuados, con unos legionarios exhaustos sin víveres, la suerte de los romanos estaba echada. Los cuados se lanzaron al ataque para aniquilarlos como presa fácil, y entonces ocurrió algo sorprendente, una fuerte tormenta comenzó sobre el campo de batalla y varios rayos cayeron sobre los jinetes cuados, que atónitos y asustados salieron huyendo. Los romanos celebraron este episodio como una ayuda divina y lo narraron como el fuego divino que cayó del cielo, pero lo cierto es que la casualidad meteorológica salvó la vida a unos legionarios, que incrédulos por su suerte volvieron a Roma como héroes, para pasar al olvido gastándose su paga extra en los rincones más lúgubres de la ciudad. Sobre este episodio, reflejado en la columna de Marco aurelio, hay disparidad en los escritos narrando lo sucedido, atribuyendose el milagro a diferentes dioses. La diversidad de escritos dentro de las comunidades romanas nos reflejan la diversidad cultural y religiosa que había en la legión romana.