15 junio 2007

Teodorico I


Teodorico subió al trono con el total apoyo de los nobles visigodos, lo que garantizaba una cierta tranquilidad interna. Sobrino de Walia e hijo del gran Alarico la historia le colocaba en un momento crucial de la misma. Los primeros años de su reinado combatió a los vándalos asdingos junto a los romanos, respetando así el acuerdo alcanzado con el general Constancio.

A la muerte del emperador Honorio como buen godo dio por finalizada la alianza con Roma e inició una política de expansión de su reino. Abandonó a Flavio Castino en su lucha con suevos y vándalos en Hispania y reforzó su posición en Tolosa y Aquitania en un tira y afloja con Roma.

Los galos-romanos recibieron con buen gusto esa afirmación de poder, no porque le gustaran las costumbres visigodas sino más bien porque les garantizaba una cierta seguridad, hartos ya de tanto saqueo en sus propiedades.

Teodorico reafirmado el reino y consolidado (aunque esto en un reino godo es mucho decir) se dedico a la intervención en lo que hoy llamaríamos política exterior. Ante el caos que había en Roma tras la muerte de Honorio y las habituales luchas por el poder imperial opto por apoyar a Valentiniano III, hijo del general Constancio y de Gala Placida, la musa de los visigodos y con la mujer con la que muchos de ellos soñaron pero que solo su gran rey Ataulfo poseyó.

Los godos acostumbrados al buen vino romano vivian casi felices contemplando el mediterráneo azul y decidieron incorporar a su reino: Narbona, para soñar al borde del mar con su querida Gala que asumía la regencia en Roma.

Teodorico gran amigo de Teodosio hacía o deshacía alianzas con Roma según vinieran los aires y tras una conquista a los romanos venían días de gran amistad (previo pago de Roma, claro). En el frente sur llego a acuerdos de no agresión con los suevos llegando incluso a casar a su hija con el rey suevo Requiario. Todo marchaba a la perfección, una conquista a los romanos de vez en cuando, una escaramuza con los suevos cada ciertas lunas y todos casi siempre amigos. Su pueblo cultivaba la rica tierra gala, sus nobles disfrutaban en los prostíbulos Narbonenses, sus vías y servicios públicos se deterioraban, los mármoles de los edificios antes públicos, eran empleados para la construcción de palacetes visigodos y la actividad industrial y comercial romana se deshacía como un cubito de hielo en el sol. Pero ante tanta alegría en el horizonte alguien cabalgaba dejando un rastro seco y polvoriento dispuesto a cambiar el rumbo de la historia……