Los prisioneros de guerra en la edad media tuvieron un papel decisivo en el devenir político de los reinos emergentes de ese periodo. En las batallas medievales uno de los objetivos principales era capturar importantes prisioneros para luego negociar económicamente y políticamente con ellos. En el convulso reino visigodo hispano hubo innumerables batallas entre magnates hispanos romanos y tropas godas que acabaron gracias al canje de prisioneros entre ambos bandos. Parte de la campaña contra los suevos fue financiada en Toledo gracias al dinero conseguido por la liberación de rehenes, así como las habituales campañas contra los vascos solían acabar con la entrega de grandes cantidades de monedas por los vascos a cambio de la liberación de sus cabecillas. El movimiento social originado con la invasión bizantina de parte de Hispania tuvo por un factor importante la captura de prisioneros en la constante tensión con la que se vivía en la frontera. La partida en busca de rehenes fue habitual ya que eran acciones que generaban importantes sumas de dinero. La rebelde ciudad de Córdoba cimentó parte de sus éxitos en las batallas contra el poder real por la captura de magnates cercanos al oficium palatino toledano.
Los prisioneros de guerra eran parte del patrimonio real, aunque siempre había concesiones de parte del rey hacia los nobles godos como compensación a su apoyo guerrero. Disponer de un importante prisionero podía originar buenos ingresos y también la consecución de tierras en propiedad del rehén. Importantes acuerdos políticos entre francos y visigodos tuvieron su origen en el rescate de rehenes. Las mazmorras lúgubres muchas veces se convirtieron en pequeños habitáculos cómodos de nobles capturados en batalla, el honor guerrero era cambiado por monedas y tierras originando grandes cambios en el contrapeso social del agitado mundo visigodo. Los guerreros de menos importancia solían tener un trato muy distinto al de los ricos nobles, aunque siempre que su familia o su dueño (en caso de esclavos) pudiera pagar algo por ellos su vida no correría peligro.
La cantidad de dinero que se pudiera conseguir por un prisionero era el condicionante en el trato dado al rehén en las mazmorras medievales. Si no había posibilidad de conseguir algo a cambio del cautivo a este se lo solía separar la cabeza del tronco gracias a un rápido y eficaz hachazo, la comida era un bien muy importante que no se solía derrochar.
Los prisioneros de guerra eran parte del patrimonio real, aunque siempre había concesiones de parte del rey hacia los nobles godos como compensación a su apoyo guerrero. Disponer de un importante prisionero podía originar buenos ingresos y también la consecución de tierras en propiedad del rehén. Importantes acuerdos políticos entre francos y visigodos tuvieron su origen en el rescate de rehenes. Las mazmorras lúgubres muchas veces se convirtieron en pequeños habitáculos cómodos de nobles capturados en batalla, el honor guerrero era cambiado por monedas y tierras originando grandes cambios en el contrapeso social del agitado mundo visigodo. Los guerreros de menos importancia solían tener un trato muy distinto al de los ricos nobles, aunque siempre que su familia o su dueño (en caso de esclavos) pudiera pagar algo por ellos su vida no correría peligro.
La cantidad de dinero que se pudiera conseguir por un prisionero era el condicionante en el trato dado al rehén en las mazmorras medievales. Si no había posibilidad de conseguir algo a cambio del cautivo a este se lo solía separar la cabeza del tronco gracias a un rápido y eficaz hachazo, la comida era un bien muy importante que no se solía derrochar.