08 agosto 2007

¡Sed Ecuánimes!


Antonino es uno de los grandes emperadores romanos y también uno de los grandes desconocidos. Nos gusta recordar a los guerreros, alabar a los conquistadores y olvidar a los hombres de paz y buenos gestores.
De origen galo y criado bajo el manto político del senado este hombre de letras y paz alcanzo el manto púrpura gracias a su inteligencia y conocimientos, Adriano lo adoptó por su preparación.
Antonino fue un emperador de agradable trato con todo el mundo y un autentico revolucionario político, cuando se reafirmó en el cargo gracias a la elevación de Adriano a los altares y controlado cierto grupo de senadores guerreros, emprendió unas reformas liberales que fomentaron la mayor prosperidad romana en su historia, dictó constituciones que favorecieron la agilidad burocrática y como buen jurista socavó los cimientos sociales conservadores con sus leyes jurídicas, la mujer recibió la facultad de testar y consiguió derechos que la protegían de los maridos, los hijos de las esclavas fueron declaradas personas libres, prohibió el derecho de muerte de los amos sobre los esclavos, prohibió venderlos a los circos, a los prostíbulos y los declaró PERSONAS con lo cual dejaron de ser cosas de uso romano.
Este nobel de la paz injustamente olvidado recibió el sobrenombre de piadoso en sus veintitrés años de reinado; consagrado como dios hizo el último viaje desde su finca de Etruria a su templo romano bajo el agua de los lloros esclavos.
“Sed Ecuánimes” fueron las últimas palabras que le dijó a su tribuno antes de ir a encontrarse en el Olimpo de los dioses con su querida Faustina. Roma con las arcas saneadas y repletas lo despidió con una lluvia de pétalos, las mujeres le acercaron parte de salma a su retiro celestial, los esclavos su corazón, los hombres de paz su espíritu.
¡Salve Antonino!