01 agosto 2007

Gordiano ,el poeta africano


Con ochenta años cabalgaba hacia Cartago un anciano guerrero con la duda en su cabeza y en su alma, en sus escritos la divinidad imperial era vestida por otro espíritu, el cielo era espacio reservado a otra ave, la vía púrpura era camino de otra alma…..
Perteneciente a la familia de los Gracos este noble ecuestre y hábil administrador fue ascendiendo socialmente hasta que con las habituales corruptelas entró en el senado romano. Rico y buen retórico, sin embargo prefirió el ejército como eje de su vida, comandante de la IV Legión Escita tuvo que lidiar con sirios y demás pueblos belicosos del Oriente Medio. Después de unas cuantas matanzas y de saquear a sirios y cualquier comerciante que asomara la cabeza por esa tierra, fue ascendido a gobernador de Britania con el objetivo de apaciguar a los siempre inquietos britanos, aficionados cada cierto tiempo a sublevarse contra el poder imperial. Más tarde fue elegido cónsul y después edil, cargo que aprovechó para ganarse el favor de la plebe invirtiendo gran parte del dinero que consiguió en Britania, en juegos y demás actividades populares. Elegido pro-cónsul por Alejandro Severo fue destinado al gobierno de África, y en África contemplado el ocaso sahariano le informaron del asesinato de Severo por Maximino y el ascenso al trono de este. Con la lealtad de legionario se opuso a este golpe de estado y encabezo la revuelta contra el impopular Maximino.
En Roma el prefecto de Maximino era asesinado mientras el senado romano mostraba su apoyo a Gordiano nombrándole emperador con el sobrenombre de El Africano. En la mayoría de las provincias El Africano era vitoreado y él cruzaba las puertas de Cartago como ese castigado legionario a vuelta de una victoria. Con el palacete lleno de profesionales del amor y placer, bajo el influjo del vino peleón siciliano, Gordiano fijaba su mirada en el mar y descubría en el fondo como telón teatral a su querida Roma inundada de vítores hacia él y sus legiones, pero también oía los ecos de rebelión a sus espaldas de la vecina Numidia, leal a Maximino y que con unas cuantas legiones de veteranos pondría fin a las dudas y alegrías de este viejo guerrero.
Treinta y seis días fue emperador, tras conocer la muerte de su hijo en las arenas africanas su alma de poeta inundó ese viejo cuerpo legionario y decidió dejar de vivir.
Tras su muerte se dieron a conocer sus obras literarias que asombraron a propios y extraños, y que descubrieron que tras la coraza del militar se escondía un alma de escritor.