Forjada por los grandes maestros herreros íberos la falcata fue la prolongación del alma y cuerpo del guerrero íbero. Estaba fabricada de varias capas de metal que se moldeaban a base de pequeños golpes en la hoja hasta conseguir la textura adecuada. Para comprobar la calidad una vez estaba acabada, el herrero la cogía por las puntas, la doblaba por encima de su cabeza hasta que estas tocaran sus hombros, entonces dejaba ir uno de los extremos, y si la falcata no quedaba perfectamente recta, se volvía a forjar. La espada debía de ser flexible, resistente y contundente. Con un solo corte debía separar un brazo del hombro. La longitud de esta formidable arma era la del brazo de su dueño, su empuñadura estaba ricamente decorada según las creencias del guerrero. Esta espada era de gran valor ritual en la sociedad íbera, la falcata como prolongación del alma guerrera era un símbolo sagrado que debía acompañar al guerrero en la vida y en la muerte.
Su tremenda eficacia en la batalla suponía la grandeza y respeto del guerrero, no había dos iguales como no había dos guerreros semejantes. Causó el pánico en filas cartaginesas y romanas que tuvieron que proteger sus escudos ante el formidable corte de la falcata.
Era un arma versátil, aunque fundamentalmente se empleaba para cortar, era muy eficaz pinchando y traspasando las corazas enemigas. Evolucionó forjándola con dos filos que la convirtió en menos resistente pero con más capacidad táctica en la batalla.
Las batallas forjaron su leyenda que recorrió todo el mediterráneo mitificando al íbero y su falcata. Un guerrero al morir era enterrado con su espada entre rituales y cánticos, la falcata era inutilizada para que nadie pudiera aprovecharse del poder que otorgaban los espiritus a su dueño y su arma.
Era un arma versátil, aunque fundamentalmente se empleaba para cortar, era muy eficaz pinchando y traspasando las corazas enemigas. Evolucionó forjándola con dos filos que la convirtió en menos resistente pero con más capacidad táctica en la batalla.
Las batallas forjaron su leyenda que recorrió todo el mediterráneo mitificando al íbero y su falcata. Un guerrero al morir era enterrado con su espada entre rituales y cánticos, la falcata era inutilizada para que nadie pudiera aprovecharse del poder que otorgaban los espiritus a su dueño y su arma.
El honor, la fuerza y la dignidad estaban representados en la falcata, los íberos eran una sociedad noble de gran respeto a los símbolos sagrados personales. Esta espada fue su gran símbolo espiritual guerrero. Con ella vivían, rezaban y morían.
“Como las flores se marchitan
se marchita un día el espíritu,
el alma va en paz
acompañada de su espada,
y sus recuerdos,
en busca del paraíso
hasta que los dioses te cobijen.”
se marchita un día el espíritu,
el alma va en paz
acompañada de su espada,
y sus recuerdos,
en busca del paraíso
hasta que los dioses te cobijen.”