13 noviembre 2007

Catulo, el poeta rebelde (I parte)


Provocador, renovador, sincero, obsceno, combinó la belleza con la grosería, fue capaz de mezclar el verso más tierno con el insulto más chabacano.
Este rebelde de las letras y su tiempo nació en Verona en el año 87 a. C. en el seno de una familia rica e influyente políticamente lo que le sirvió para tener una alta educación que aprovechó para enriquecerse literariamente. Eran tiempos prósperos en la Galia Transalpina que se preparaba para servir como base logística a Julio Cesar en su campaña de invasión de la Galia bárbara. El padre de Catulo, gran amigo de Cesar mando a su hijo a estudiar a Roma. La ciudad eterna será el escenario de las pasiones salvajes de este revolucionario inconformista. Conoció a lo más sobresaliente de la intelectualidad romana y caminó dentro de la llamada generación de poetas neotéricos enfrentándose a los ortodoxos escritores romanos comandados por Cicerón.
Con la pasión griega brotándole del alma como un devoto juvenil interesado por las más perversas formas de entretenerse empezó a caminar como alma bohemia entre los rincones de la felicidad romana. Asiduo de los mejores prostíbulos perdió su inocencia entre los pechos de las rameras y su tinta de escribir. La noche y su gente se convirtieron en el mosaico de su vida, la expresión rebelde empezaba a germinar en sus sueños alejandrinos…

“Esa barca que veis, huéspedes,
presume de que fue la más rápida de las naves
y de que el empuje de ningún navío
sobre las ondas pudo dejarla atrás,
bien se tratara de volar a remo o a vela.
Y dice que esto no lo niega la costa del amenazador Adriático
o las islas Cícladas ni la famosa Rodas
ni la espantosa Propóntide Tracia o el terrible golfo del Ponto,
donde ésta, luego barca, fue antes melenudo bosque:
pues, en la cumbre del Citoro
a menudo silbó con su habladora cabellera.
Amastris del Ponto y Citoro que produces bojes,
para ti esto fue y es conocidísimo -presume la barca-.
Desde su más lejano origen dice que se asentó en tu cumbre,
que empapó sus remos en tu superficie y de allí avanzó
como dueña por tantas inmoderadas corrientes,
ya el viento la empujara por izquierda o derecha,
ya Júpiter hubiera soplado favorable sobre ambas escotas;
y que, en su interés, no se hicieron votos a los dioses de la costa
cuando volvía hace nada del mar a este cristalino lago.
Pero estas cosas ocurrieron antes; ahora, en oculta quietud,
descansa vieja y se consagra a ti,
gemelo Cástor, y al gemelo de Cástor”

Continuará