01 noviembre 2007

El último rey de Asturias (II Parte)


A pesar de los problemas internos el emir Muhammad I no podía tolerar la humillante derrota de sus tropas en costas atlánticas con la perdida de plazas tan importantes estratégicamente como Coímbra y Oporto.
En caballos andaluces, afilando sus cimitarras y orando a su dios, los musulmanes se dirigían al reino astur con ánimo de venganza. Mientras, Alfonso III preparaba su defensa buscando aliados desesperadamente. Encontró uno muy importante, Abd al-Rhamán ibn Marwán, señor de Mérida y rebelde al emir de Córdoba que le proporciono una importante ayuda económica para afrontar la dura batalla. En el año 878 se libró la batalla de la Polvoraria donde la disciplina asturiana se impuso a las enérgicas pero desorganizadas tropas árabes. La victoria de Alfonso III fue enorme causando más de 13000 bajas entre los cordobeses, el resto del ejército árabe huyo despavorido siendo perseguido por las tropas cristianas para ser alcanzado y derrotado totalmente en Valdemora.
La ira del emir era total, las ejecuciones por negligencia fueron numerosas entre los pocos supervivientes de la campaña contra los cristianos, la mezquita cordobesa era un rincón de luto, las flores andaluces se marchitaban con el ánimo del pueblo, las oraciones árabes eran cantos de tristeza. Muhammad I tuvo que firmar una tregua con el rey Alfonso III (era la primera tregua que se veía obligado a firmar un emir cordobés con un rey cristiano). Esta tregua le sirvió a Muhammad I para sofocar las rebeliones internas y preparar una gran venganza con la que castigar a los desharrapados y malolientes cristianos que le habían infringido una nueva y humillante derrota. Después de pacificar mínimamente el emirato preparó una gran flota que bordeando el atlántico asolaría las costas gallegas y cántabras mientras un nuevo ejército terrestre tomaría las plazas asturianas.

“ ¡Oh, cómo me conocen
la noche y el Desierto y mi corcel,
y la lanza y la batalla,
y la pluma y el papel!”

La idea era terriblemente perversa, los cristianos se verían sorprendidos por un ataque que no esperaban, desde las revoltosas y frías aguas cántabras los barcos cargados de guerreros de Ala surgirían entre la niebla con sus relucientes cimitarras cantando lúgubres cantos guerreros ante el estupor de los humildes pescadores asturianos.

“Temed a Allah, únicamente y por él
soporta las penas y haz el bien,
pues la abstinencia y la pureza de corazón
son los únicos medios para salvarse”

Mientras, por el sur un potente ejercito asolaría las tierras astures…

“Vio la estrella a un demonio espiar furtivamente a las puertas del cielo, y se lanzó contra él, encendiendo un camino de llama.
Parecía un jinete a quien la rapidez de la carrera desatara el turbante y que lo arrastrase entero tras de sí un velo que flota”

Continuará