10 noviembre 2007

El último rey de Asturias (Final)


Alfonso había conseguido estabilizar el reino territorialmente, la expansión y consolidación de las fronteras en el rio Duero era una realidad a pesar de los intentos bereberes de tomar Zamora en el año 901. En la zona oriental el afianzamiento del condado de Castilla suponía un fortalecimiento del propio reino en esa conflictiva franja territorial. El rey llamado ahora Magnus imperator se dedicaba a organizar el nuevo reino para fortalecer al máximo las arcas reales y poder seguir conquistando tierras a los musulmanes. Los verdes prados ovetenses perfumaban los cantos alegres del populacho mientras un numeroso contingente de mozárabes venidos del sur recorría el reino astur buscando un lugar donde alojarse para comenzar una nueva vida.
Eran momentos felices para el rey, que rodeado de sabios hacia realidad sus inquietudes artísticas favoreciendo un espectacular florecimiento de las artes y las letras.
Pero una terrible noticia vino a cambiar su reinado, rodeado de sus fieles consejeros le comunicaron que su hijo el infante García preparaba una conjura para destronarle. Con la ira contenida del padre que es traicionado por su propio hijo mandó apresar al infante, entonces fue cuando estalló la rebelión general comandada por el suegro de García, el conde castellano Nuño Fernández y el apoyo de los infantes, Ordoño, Fruela, y la reina Jimena que ahora se vengaba de la continua infidelidad matrimonial del rey.
Alfonso III evitó la guerra civil y retirándose al complejo de San Salvador de Valdedios contempló cómo sus hijos se repartían el reino por el que él tanto había luchado para engrandecerlo llevándolo a una vorágine de confusión y desorganización. León para García, Galicia para Ordoño y Asturias para Fruela.

“Dime, ¿podrá conseguir lo que anhela
quien adolece de males sin tregua?
¡Ay, corazón que el amor atormenta!
Esta inquietud y dolor en que vive
Derrite de deseos al triste.

Sufro, de aquel a quien amo, el olvido,
porque no sabe, en su sueño tranquilo,
que nunca acaba el insomnio en que vivo.
¿Quién a esos lánguidos ojos resiste,
si dicen que del mal no desisten?”

Caía la nieve en Covadonga, el aire barría las últimas hojas caídas de los arboles, el monte Naranco observaba en la lejanía la anciana alma del rey. El invierno del año 910, en la ciudad de Zamora, donde se había trasladado Alfonso para evitar las gélidas corrientes de la montaña asturiana, con el manto de la escarcha invernal en el exterior de su palacio y escuchando las salves de los monjes por su alma, el espíritu triste, por la traición de sus hijos y esposa, de Alfonso III, el Magno, el último rey de Asturias abandonaba la tierra para unirse en el cielo con los espíritus de sus antepasados.

“El olor de la hierba fresca
Inundaba el alma de tan grande señor
Mientras cabalgaba en su caballo
A la busca de ese horizonte
Que era su vida”

El reino de Asturias desaparecía con él.

Fuentes:
C. SANCHEZ ALBORNOZ “El Reino de Asturias”
M. GÓMEZ MORENO "Las primeras crónicas de la reconquista"
R.MENÉNDEZ PIDAL “Historia de España. La Reconquista y el proceso de diferenciación política”
CRÓNICAS DE ALFONSO III
CRÓNICA ALBELDENSE
CRÓNICA DE SAMPIRO
ROMANCERO VIEJO
ABŪ BAKR MAMAD “Jarchas”