04 noviembre 2007

El último rey de Asturias (III Parte)


En la costa de la muerte con el cabo Finisterre de testigo se desató una terrible tormenta que destruyó toda la flota árabe. La ira del cielo se volcó sobre los musulmanes haciéndoles desaparecer en las frías aguas gallegas. Este suceso anuló la operación de Muhammad I contra el reino astur. Las nubles negras cubrían el antes poderoso e invencible emirato cordobés.
Al-Andalus era un caos, en el valle del Ebro la familia de los Banu Qasi se habían proclamados reyes de Zaragoza, el muladí Ibn Marwan, conocido como el Gallego, gobernador de Mérida, no respetaba la autoridad cordobesa, en Sevilla se había formado un gobierno semi-independiente liderado por los nobles locales, en la serranía de ronda Umar Ben Hafsun con un poderoso ejército se había rebelado contra el emir.
Alfonso III aprovecho esta debilidad para extender sus dominios progresivamente y aliándose militarmente con Ibn Marwan emprendió una campaña de saqueo por el valle del Tajo derrotando nuevamente al ejército cordobés en el monte Oxifer, consiguiendo un gran botín en la operación.
La leyenda de Alfonso como Magno corría los vientos de la meseta para llegar a oídos del populacho que celebraba a tan grande rey de la forma más feliz posible. Casado con Jimena Garcés probablemente hija del rey navarro García, con las alianzas de los Banu Qasi e Ibn Marwan, Alfonso III tenía una posición fuerte y estable en Hispania, lo que aprovecho para llevar a cabo una labor repobladora en la meseta. Con las arcas llenas emprendió una política constructora en el reino para fortalecer la imagen real y estabilizar el reino, La abadía de Santo Adriano de Tuñón, La iglesia de San Salvador de Valdediós, la Basílica de Santiago de Compostela, el dinero que empleo para las fortificaciones de plazas, arreglo de calzadas y construcción de edificios en los concejos son una buena muestra de esta exitosa política.
Los condados asturianos rebosaban de alegría y prosperidad, en los verdes prados pastaban ovejas y vacas, las buenas lluvias alimentaban la tierra para cosechar gran cantidad de cereal, en el litoral los pescadores obtenían abundante pesca, los trovadores y artistas teatrales recorrían los pueblos alabando las virtudes del magno monarca, la actividad comercial con Zaragoza y Navarra era buena, el tránsito marítimo entre Asturias y los francos era excelente.
Todo era prosperidad y felicidad; en este ambiente Alfonso III decidió fortalecer sus fronteras y ampliar su reino preparando una campaña de expansión hacia Zamora y Toro para extender sus fronteras hasta la ribera del Duero.
Los vientos eran cálidos y agradables en las tierras asturianas, pero el emir Muhammad I quería recuperar su antaño control en la zona norte y preparó una expedición contra Zaragoza para derrotar a los rebeldes Banu Qasi y luego avanzar por la antigua vía romana hacia la gran ciudad del reino astur, León. El deseo de venganza era el credo de los ofendidos cordobeses, Córdoba despedía al ejército con todos los honores, una lluvia de flores caía sobre los guerreros árabes, el emir rezaba en la mezquita para que esta fuera la decisiva victoria sobre sus enemigos. Al-Mundir, el hijo del emir comandaba el poderoso ejército...

Continuará.